lunes, 20 de mayo de 2019

Camino de medianoche.

Partiste repentinamente,
en mi vista,
una ceguera torrencial me embargó
y comenzaron los fantasmas a
perseguir mis instantes fríos.
Y perseguía tu perfume, tu imagen,
recorrí el camino largo y oscuro
de la soledad de medianoche,
aspirando encontrarte en mi travesía.
Sentí tu mano extendida llamándome,
percibí tus labios insinuando un beso,
vislumbré en tus ojos
llamas de pasión,
más no me detuve
por la alucinación.
Seguí caminando
con pasos incansables
en busca de tu manto dorado,
de tu abrazo oportuno.
Desperté,
tu voz se convirtió en encantación,
tus palabras alentaron mi sueño.
Hoy, el camino es iluminado
y supe que valió la pena
no cansarme en el camino
y llegar a tus sueños.

#Poesía 

jueves, 16 de mayo de 2019

Arriesgo

Saltos,
la laguna azul es navegable,
la embarcación majestuosa.
Al fin se observa el paraíso,
sin limbos,
quizás también sea azul.
El bosque exhala bruma silenciosa y cautiva,
yo recorro los ramajes sin retroceder
esperando la llanura,
manantial de placer.
Árboles altos y frondosos,
interfieren mi vista,
nublan mi oído,
se percibe un rápido en la lejanía.
¿Y el mar?
Tan solo se imagina.
Persigo la humedad del trópico,
la fiebre exalta mi cuerpo,
mi sangre.
Más no me estremecen las espinas,
las arenas movedizas,
la noche selvática.
El miedo desaparece,
el bosque es natural
y el universo me guía
hasta la naturaleza inmarcesible.
Arriesgo a perderme en ella.

#Poesía 

martes, 14 de mayo de 2019

Nunca te fuiste

A mi Gloria

Le pregunto al universo
por tu presencia,
busco en el éter respuestas,
camino en mi mente hacia ti.
Las respuestas se pierden
en el suelo de las realidades grises y oscuras.
Cierro los ojos,
abro mi mente,
mi alma
mi corazón.
Y llego a ti
con la lluvia de abril,
con las madrugadas de café y letras.
Voy con el tiempo a tu regazo,
allá, soy.
Nunca te fuiste,
nunca te has ido.
En la noche larga,
en el día de pesadumbre,
en el sin sentido del reloj,
en la canción oportuna, tú.
En esta hoja
tu figura,
tus lunas, tus soles,
presencia que aliviana el ahora.
Y acá,
en estos renglones,
soy el amante
de tus enigmas.
Belleza, armonía, demonios, deseos,
abrazo tu luz,
tu lado más oscuro también.
Donde vayas, allá contigo,
donde voy, acá conmigo,
tú, mi bella presencia de universo.

#Poesía

lunes, 13 de mayo de 2019

La montaña de fuego

Él la tomó de la mano en medio de aquella selva. Un camino, casi borrado, los llevaría a lo alto de la montaña. Allá pasarían aquel fin de semana.

- ¿Falta mucho?
- Un poco, ves esa montaña, a lo lejos, la llaman la montaña de fuego. Allá debemos llegar.

En medio de aquel camino de piedras,  árboles y neblina, los sorprendió la noche. Sentían como la oscuridad profunda los perseguía, los intimidaba. No podían ver la luna ni las estrellas por lo espeso de la vegetación. El camino cada vez era menos claro. La luz de una vieja linterna, que les ayudó en la travesía nocturna, se apagó.
Con los pies en el lodo, el desespero les llegó. Estuvieron caminando en círculos, sin que se dieran cuenta, por más de tres horas. Cansados, con hambre, frío, sed y temblorosos, se sentaron encima de una piedra, que sin darse cuenta, tenía una forma extraña, como una puerta.

Al calor de una fogata encontraron la tibieza del cuerpo, por fin un momento de calma y el hambre apaciguaron con las últimas porciones de alimentos que llevaban en sus mochilas. Cerraron sus ojos y el sueño les llegó. Mientras dormían, de la piedra, salió una figura dorada, con alas enormes, ojos de sangre, labios de fuego, mirada oscura. En aquella piedra, lo que no se veía, desapareció.

En el periódico del pueblo más cercano, aquella mañana de abril, titulaba en primera página: Hallan sin vida el cuerpo de dos jóvenes incinerados en la montaña de fuego.

#Relatos #Microcuentos
#ÁcidoNeurótico 

jueves, 9 de mayo de 2019

Fortaleza

Caballeros andariegos tras la gloria:
estamos recorriendo palmo a palmo los secretos del destino,
persiguiendo infinitos segundos de existencia.
Somos polvo de estrellas
auscultando la felicidad de los sueños.
Con sudor, nuestras ideas se convierten en luz,
nuestras manos se transforman en vida
y nuestra labor se vuelve imprescindible para la eternidad.

#Poesía

martes, 7 de mayo de 2019

Puede llorar

En cinco minutos llego,
en un rato le llamo,
mañana puede ser,
mejor un día de estos.

Puede llorar….

Su mal genio otra vez
haciéndome explotar la cabeza,
la plata no lo es todo
pero lo todo no es nada… sin plata.

Puede llorar…

Que no vuelvo a tomar,
que empieza el cambio,
que la otra semana es de verdad,
que ya no quiero ser uno más.

Puede llorar…

Me la quiero sacar de la cabeza,
matar mis culebras,
mejor solo que mal acompañado,
no quiero depender más.

Puede llorar….

Al caído caerle,
al bobo utilizarlo,
de los buenos se aprovechan,
y las malas… salen caras.

Puede llorar…

Los servicios son muy puntuales,
las deudas no,
mi sacrificio muy largo,
su aporte muy barato.

Puede llorar…

La vida es dura,
el hambre jodida,
el frio mortal,
y ya no sé si reír o
con mi dolor de cabeza….. llorar.

#ÁcidoNeurótico

lunes, 6 de mayo de 2019

El Columpio.

Cerraba los ojos. Sentía el aire, la vida, todo como si fuera un superhéroe. Era como si el cielo estuviera en sus manos, el suelo fuera viento, los pies alas.
Impulsado por la inocencia, veía como a sus ojos las cosas se acercaban y alejaban. Eso le recordaba la sensación más hermosa vista en su vida.
Al lado lo observaba una niña de ojos color cielo, dientes color leche, trenzas doradas de muñeca. Para él, era como si el sol le alumbrara haciéndole dar pena. Sentía algo que nunca había sentido, como si sus mejillas se encendieran.
En una carrera, que solo ellos supieron, movían los pies impulsando los cuerpos por el aire. Verlos, era como ver dos pájaros en el cielo, cada uno sintiéndose más libre que el otro, cada uno sintiendo que iba más rápido y adelante del otro. Eran ellos las nubes.

Se escuchó una voz: Aleja, ya es hora, debemos irnos. Ella lo miró con sus ojos de mar, de cielo y en esa mirada hubo un helado, un cuento, miles de sonrisas. No se hablaron, pero ambos supieron lo que se dijeron.

Miró su reloj: 12:55 pm, ya era hora de regresar al trabajo, debía timbrar tarjeta a la 1:00 pm en punto. Otro memorando y lo despedían.

#Microcuentos #Relatos 

viernes, 3 de mayo de 2019

Te busco en un bandoneón.

A Meli, linda inspiración del sur. 

Aprendí a no ocultar la lágrima,
no guardarme el sentir,
a no dejar ese café pendiente para más tarde,
aprendí a rasgarme las vestiduras en mi hoja en blanco.
Y hoy, ese viento del sur
llega con un eco,
momento, silencio, suspiro, anhelo.
Al café la gota de lágrima,
al corazón el palpitar de un sueño,
al hoy una realidad que asfixia,
mientras la sangre en mis venas
dibujan un abril lejano.
¿A dónde ir? ¿A dónde llegar?
Viento de melancolía,
aire de surrealismo,
respirar de lluvias.
¿Para qué estar en esta hoja,
sí la pluma desea la libertad de la distancia?
El miedo desconocido
entra por la ventana cerrada,
una melancolía se vislumbra
en el tufillo que exhala café.
¿A dónde me llevas,
oh, mañana fría?
Cierro los ojos
persiguiendo ese bandoneón,
busco la quintaescencia,
la atemporalidad,
el perfume, el desayuno,
motivo de llegar,
de salir, de escapar.
Llego al río de la Plata
en el barco ebrio de Rimbaud,
navego loco,
suelto, libre,
llego tormenta, calma,
ola, puerto, ahora.
Llego sin ir, yendo,
llegando, llegándonos.

#Poesía 

jueves, 2 de mayo de 2019

El Perro Negro

Capítulo II



No me sueltes, me estoy desangrando, aún te amo, voy a morir… así desperté aquella mañana a las 3:17 am, con esas imágenes como si fueran reales, agitado, en sudor y sintiendo la mirada fija del perro negro en medio de la oscuridad de la habitación. Me dije: solo fue un sueño ¿la mirada del perro negro también?
Sabía que su respiración no me dejaría, su presencia negra me acompañaría en adelante. Ese sería mi karma y el del perro negro también. Volví a dormir.
Desperté de nuevo con la cabeza a punto de estallar. Después de los eventos anteriores, tenía que aprender a convivir con esa presencia. Tres cafés seguidos fueron necesarios para empezar el día aquella mañana. Con mi camisa negra, como de costumbre, salí a enfrentar un día que sería una prueba más de la vida. La tranquilidad aparente de la mañana y tarde, solo serían un engaño, o un respiro.  Al llegar la noche, una serie de eventos casi surreales, marcarían mis pasos, mi alma y hasta mi piel.
En una esquina un poco sombría, llena del ruido de los autos, de bares con música aturdidora mezclada con el humo de los cigarrillos, allí, me reuní con una amiga, Claudia. Conversábamos mientras esperábamos a otra amiga más. Iríamos a compartir una noche de licor, a apartarnos de la cotidianidad de la vida que rondaba por esos días. Mientras los ojos claros de Claudia me miraban y de sus labios salían las palabras para contarme de su vida, presentí algo extraño. Un viento llegó de costado, un zumbido en mi oído derecho, un eco en mi mente indescriptible, de repente fue como si todo quedara en silencio, aun habiendo alrededor todo el ruido de los autos, la música, el humo.
Un auto a gran velocidad venía con las luces altas. Tomó el carril contrario para adelantar, al incorporarse de nuevo a su carril perdió el control, justo antes de llegar a la esquina no pudo frenar y se fue encima del andén atropellando a las personas que se encontraban en ese momento ahí. Dos personas salieron por el aire volando por el impacto, otras dos quedaron al lado del auto, dos más debajo. El auto chocó contra el poste que se encontraba en la esquina. En medio de esa escena, surreal, sangrienta, en mi mente aún el zumbido y en cámara lenta vi toda la escena. El poste, del impacto, se vino hacia nosotros, en una fracción de segundo alcancé a tomar a Claudia por el brazo y corrimos un par de metros. Justo en ese momento me pareció ver una sombra que salió del auto, una sombra negra de un perro. Mi mente perturbada no se explicaba cómo había ocurrido todo eso. Hacía un par de minutos que habíamos cambiado de esquina, sino fuera por eso, seriamos nosotros los que estaríamos quizás sin vida. Llamamos a emergencias, temblorosos, agitados. Nos tomó varios minutos poder volver a tener un poco de calma. Llegó nuestra otra amiga y marchamos de aquel sitio, perturbados, necesitábamos un trago.
En medio de la cerveza y el whisky, contábamos la historia de lo sucedido, de una u otra forma era para sacar esa ansiedad del impacto producido por el evento. En medio del rock and roll, la conversación y las voces en aquel sitio, la mente no encontraba lugar tranquilo. Todo lo sucedido perturbaba, el licor no hizo efecto. Llegada la madrugada llevé a Claudia a su casa, después de haber dejado a la otra amiga también en la suya.
Caminé un par de calles para tomar el taxi de regreso. En una esquina, de repente, vi dos personas, hombres. Uno se apartó, caminó por la calle y el otro caminó hacia mí. Supe en ese momento que me querían robar, así que empecé a correr lo más rápido posible. Aún tenía el desasosiego de la escena del auto. Al llegar a la esquina, escuché un disparo. Mi corazón se aceleró por completo. Vi, al lado mío, en el suelo, unas chispas, la bala se estrelló contra el piso a tan solo un par de centímetros de mí. Corrí aún más rápido y al llegar a la otra esquina, me estaba esperando el otro sujeto que un par de calles atrás se había apartado, con un cuchillo en la mano y una botella de licor en la otra. Alcancé a esquivarlo, me tiró la botella que se estrelló en mi frente. La adrenalina del momento no me dejó sentir dolor alguno del golpe del vidrio. Iba pasando un taxi, lo detuve e inmediatamente me subí. Alcance a mirar para atrás, vi a los dos hombres, atrás de ellos una sombra de nuevo.
El conductor me observó y me dijo que tenía la cara llena de sangre. Pasé mi mano por la frente, quedó llena de sangre, mi camisa, el pantalón igual, pero no me había fijado. Me limpie el rostro con un pañuelo, que muy amable el conductor me prestó.
Quedé por unos minutos exhorto en pensamientos de pesadumbre. Cómo era posible que en una sola noche hubieran pasado tantas cosas. Estar a unos minutos y segundos de la muerte, al lado de ella. Llegamos por fin a casa.
Respiré, me quité la ropa, me duché. En el piso mojado se confundía el agua con el rojo de  mi sangre. Miraba como por el sifón se iba, como en remolino, aquel día, aquella noche. Pero todo lo sucedido, en mi mente se repetía una y otra vez. Timbró el teléfono, al contestar, nadie habló, un sonido como de lluvia al fondo era lo único que se escuchaba. Me asomé a la ventana, la calle totalmente oscura, sin ruido, pero era como si sintiera que alguien me miraba, me acechaba.
Recostado en mi cama, tratando de dormir, escuché en la calle el sonido de las llantas de un auto al frenar, inmediatamente todo volvió a quedar en silencio y de repente se escucharon las pisadas como de un perro en el asfalto, cada vez las escuchaba más cerca.
¿Sería el perro negro?
Me levanté, fui a la ventana, al correr la cortina, vi unos ojos grises y oscuros que me hicieron temblar, me hicieron retroceder. El tiempo se detuvo, la realidad e irrealidad eran una sola. Algo en mi me decía que no tuviera miedo, pero después de esa noche ¿Cómo no sentir miedo?
Volví a la ventana, pero ya no vi nada. Busqué en la cocina algo de beber. Había media botella de whisky, la tomé y bebí enseguida de un solo trago. Me senté a esperar al perro negro, puse música de Wagner presintiendo un encuentro devastador.
A la mañana siguiente, no supe cómo terminé en mi cama, no lo recuerdo. Me levanté, fui al baño y al verme en el espejo, supe, que en mi frente ya tenía una huella, una herida que cicatrizaría. Al mismo tiempo me recordaba esa herida, ese espejo, que me estaba jugando la vida, la muerte y el alma con el perro negro.
Sonó el teléfono, justo cuando estaba preparando mi primer café. Al contestar, una voz llorando me dijo que había muerto Carlos, era su esposa; me dijo que estaba tomando licor la noche anterior con unos amigos. Se marchó en un auto que le prestaron, condujo así, borracho y que al llegar a una esquina perdió el control del auto, se chocó contra un poste, había atropellado a unas personas, también les produjo la muerte. Y él, Carlos, perdió la vida del impacto de su cabeza frente al vidrio delantero del auto.
Me senté despavorido en la cama. No pude contener las lágrimas e inmediatamente entré en shock. Carlos fue el compañero con el que nos perdimos aquella vez en que nos encontramos al perro negro por primera vez, junto con aquel extraño campesino. Además, de ser el mismo evento del que había salido ileso la noche anterior.
Me tomó varios minutos intentar comprender y poder volver en mí.
Al llegar en la noche a la funeraria, justo antes de entrar a la sala donde estaba el cuerpo sin vida de Carlos, vi una sombra salir de allí. Era el perro negro, me miró fijamente y se marchó.



Ilustración: Edwin Giraldo
Escrito: Alexander Moreno

#Cuentos
#ÁcidoNeurótico

El Perro Negro - Capítulo I  http://alexmorenog.blogspot.com/2018/05/el-perro-negro_8.html