Impulsado por la inocencia,
veía como a sus ojos las cosas se acercaban y alejaban. Eso le recordaba la
sensación más hermosa vista en su vida.
Al lado lo observaba una niña
de ojos color cielo, dientes color leche, trenzas doradas de muñeca. Para él,
era como si el sol le alumbrara haciéndole dar pena. Sentía algo que nunca
había sentido, como si sus mejillas se encendieran.
En una carrera, que solo ellos
supieron, movían los pies impulsando los cuerpos por el aire. Verlos, era como
ver dos pájaros en el cielo, cada uno sintiéndose más libre que el otro, cada
uno sintiendo que iba más rápido y adelante del otro. Eran ellos las nubes.
Se escuchó una voz: Aleja, ya
es hora, debemos irnos. Ella lo miró con sus ojos de mar, de cielo y en esa
mirada hubo un helado, un cuento, miles de sonrisas. No se hablaron, pero ambos
supieron lo que se dijeron.
Miró su reloj: 12:55 pm, ya
era hora de regresar al trabajo, debía timbrar tarjeta a la 1:00 pm en punto.
Otro memorando y lo despedían.
#Microcuentos #Relatos
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