lunes, 6 de mayo de 2019

El Columpio.

Cerraba los ojos. Sentía el aire, la vida, todo como si fuera un superhéroe. Era como si el cielo estuviera en sus manos, el suelo fuera viento, los pies alas.
Impulsado por la inocencia, veía como a sus ojos las cosas se acercaban y alejaban. Eso le recordaba la sensación más hermosa vista en su vida.
Al lado lo observaba una niña de ojos color cielo, dientes color leche, trenzas doradas de muñeca. Para él, era como si el sol le alumbrara haciéndole dar pena. Sentía algo que nunca había sentido, como si sus mejillas se encendieran.
En una carrera, que solo ellos supieron, movían los pies impulsando los cuerpos por el aire. Verlos, era como ver dos pájaros en el cielo, cada uno sintiéndose más libre que el otro, cada uno sintiendo que iba más rápido y adelante del otro. Eran ellos las nubes.

Se escuchó una voz: Aleja, ya es hora, debemos irnos. Ella lo miró con sus ojos de mar, de cielo y en esa mirada hubo un helado, un cuento, miles de sonrisas. No se hablaron, pero ambos supieron lo que se dijeron.

Miró su reloj: 12:55 pm, ya era hora de regresar al trabajo, debía timbrar tarjeta a la 1:00 pm en punto. Otro memorando y lo despedían.

#Microcuentos #Relatos 

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