miércoles, 14 de septiembre de 2022

-Vuelvo y sueño-

 

A ti, mujer Mediterráneo y sueños,
a ti, mujer elegancia, belleza, sensualidad,
fuego, erotismo, pasión, sensibilidad,
a tu libertad de ser como eres, libre.
 
 
 
 
Mi mano
-espada-
rozando el filo de tus labios,
mis dedos enterrados entre tus costillas,
rasgando vacíos,
llenando piel entre poros que me llaman.
 
-Sueño-
bajan mis venas de tu cuello a tus muslos,
como ola,
como reloj de arena,
como temblor subterráneo;
subo por tus pies,
beso tus pasos, sombras...
 
abre tus mundos para mí,
llámame con tu rosado centro
y deja mi mirada perderse
por el ducto de tu pasión.
 
Allá,
dejo mi lengua por tus esquinas,
dejo mi carne entre tu abismo,
allá,
penetro a las mujeres en ti
que aún no han sido penetradas,
allá,
reclamo tu orgasmo
en tu libertad de sentirme
hasta que vengas y acudas a mi madrugada
y día lento y de euforia.
 
Ven,
quítame la realidad con tu sonrisa,
ven, llévame a tu mano
con venas al ensueño,
ven, abrígame entre ti,
de nuevo allá,
en el secreto de tus pasiones ocultas
que nadie siente, déjame, por hoy,
habitarte y ser hombre al borde de tu espalda,
entre tu 12 pm y y tus 11 pm, sin fecha,
llévame al rincón de tu blusa,
al filo de tus labios,
a la arista de tu encaje,
ven, se mi hogar y cúbreme
con cada precipicio de tu piel
 
y se hogar que me resguarde de mí mismo.
 
-Vuelvo y sueño-
entierro mi desdén entre tus muslos,
ven, muerde mi despertar con tu pecho y víveme,
con la consecuencia de sentir(nos).
 
#Poesía 

domingo, 4 de septiembre de 2022

En la Habana dejé mi piel.

 

El viento del mar subía por sus piernas. Cuando en el malecón llegaba la noche, en ella, empezaba el erotismo nocturno a acompañar esa brisa debajo de su falda. Al fondo los boleros, los sones, las calles con sus músicas y las historias que empezaban al rumbo del amanecer. Ahí fuera se veían las faldas cortas, las blusas con tirantes, las pieles bronceadas por el calor de la sensualidad. La Habana preparaba un encuentro maravilloso, mágico y él no lo olvidaría jamás.

 

Había huido de la cotidianidad de las montañas, del frío que a veces calaba en los huesos, en el alma. No lo pensó dos veces, necesitaba escapar. En el avión, por la ventana, miraba los paisajes llenos de verde, de azul, de diminutas formas, era imposible no pensar en lo pequeño que podemos ser en un universo tan extenso. Por fin su nuevo destino lo saludaba. El calor del Caribe, la brisa del mar, la carretera rumbo al hotel, el mar llegando a los faroles de esas calles, los autos viejos que llevaban a una película de los años setenta, las casas con sus fachadas antiguas. Todo esto era la fascinación de un extranjero. Al principio le fue difícil entender un poco el acento, para él, hablaban muy rápido, pero se adaptó pronto.

Eran las 3:17 p.m, cuando después de una siesta y una buena ducha, salió a recorrer las calles. Era imposible no sentir la vida entre esos espacios. Entre las miradas, las pieles trigueñas, canelas, morenas, se sentía la libertad y el alma sin ataduras. Después de varios años de asfixia, de rutinas asesinas, así se sentía.

Escuchaba la música en las calles, se respiraban melodías, boleros, sones, ritmo, las mujeres llevaban el son en sus pieles, en sus caderas, en su sensualidad, en sus escotes, verlas, era ver noches de erotismo; estaba perdido, fascinado.

La única rutina de la que no podía escapar era la de tomar café. Sentado, saboreando una taza seguía contemplando el Caribe por las calles viejas de la Habana en una tarde de julio. Llegando al hotel, cuando la noche estaba saludando las pieles suaves, cuando la luna besaba los escotes para darles pasión, cuando la brisa de la tarde subía por las faldas sueltas, apareció ella. Se dejó ver al otro lado de la calle; en el malecón caminaba como soplo de viento, como bolero de todos los tiempos, caminaba y llevaba fuego en sus caderas; la sensualidad de sus piernas eran destino de locura, la transparencia de su blusa invita un cubalibre en su piel. La deseó con la sed del frío que ansía al sol, la quería en su piel como sábana de medianoche mojada de sudor, de placer. En la habitación de su hotel no dejaba de imaginarla, no había visto una mujer tan llena de vida.

Descansó un rato, después de la cena, salió a buscar en esa noche, un entretenimiento, conocer, dejarse llevar por una noche de fantasía.

 

Aquellas mesas con copas de vino, de licor, de cubalibre, de cervezas, las sillas de madera, las luces, el escenario, la atmósfera de encantación, las mujeres haciendo la noche, los señores conquistando sueños eróticos de una noche, la cantante engalanando la noche con un bolero, los acentos, el humo, las historias, las voces, y de repente, ella de nuevo. Todo se detuvo otra vez. Él, en la barra, la miraba como una actriz de novela, como madame de obra literaria, como una diosa del Olimpo, pero ahí estaba y lo miró. En esa mirada sabía que se perdería.

Ella bailaba un bolero, en su cuerpo la melodía tomaba forma de orgasmo, su cabello suelto lo invitaba, era como si estuviera viendo un show solo para él. Ella se acercó a la barra y lo saludó, sabía lo que deseaba de él, y lo tendría.

Bailando, lo llevó a su mundo, sus manos a su nuca, le respiraba al oído, lo miraba a los ojos y se mordía los labios, lo apretaba a su cintura, hacía que sintiera sus senos tropicales, se movía como viento que mece las palmeras, estaba jugando con su mente, lo quería enloquecer y lo hacía. Lo besó, pasó su lengua por sus labios como quien saborea la miel hasta no dejar una sola gota por besar, pegaba sus muslos a los de él, le llevó las manos a sus caderas, se dio media vuelta, le llevó la mano a su cintura, meneaba sus caderas hasta sentir su erección, ella, húmeda también no podía contenerse.

En esa habitación de hotel, con la luz tenue de los faroles viejos, ella le quitaba la piel. Sentía su respiración acelerar como turbina, escuchaba su vestido rozar con su piel, como resbalaba como gota de rocío, sus senos le invadían la boca, se metían como huracán buscando la lengua, las manos en sus caderas sentían el desborde de lujuria. Lo tiró a la cama, bailaba un son para él, se sentó en su cara y bailó, gemía como ritmo de un bongó tocado por la noche, con sus caderas le asfixiaba, él bebía un cubalibre en medio de sus piernas. Encima, ella, se movía como tormenta tropical, alzaba sus brazos, dejaba su cabello tapar su cara, llevaba las manos de él a sus senos, con sus muslos lo apretaba fuerte, gritaba, se recostaba en su pecho, lo mordía, lo rasguñaba, le arrancaba la piel con su sexo. Húmeda, como isla rodeada de mar, lo llevó a meterse en lo más profundo de su cuerpo. Ella tembló encima de él, dejó que sus ojos se retorcieran al igual que su cintura, derramó en él toda el agua de mil tormentas de sexo y lujuria. Él, terminó en ella como volcán que llevaba conteniéndose por años del frío. Podía quedarse a vivir en esa piel de éxtasis, amanecer y morir todas las noches en medio de sus piernas, de sus senos, de sus labios, lengua, cabello, de su todo.

¿Cuál es la mejor despedida para uno de los mejores orgasmos de toda la vida? uno más, y otro, pero tarde que temprano el viaje terminaría.

Ella se quedaría con su piel, ella que era fuego, tormenta, mar. Él, regresaría a sus montañas, a seguir tomando café en tardes de lluvia y melancolía. En su piel llevaba tatuada La Habana, esa que le dejó una nueva piel, la que jamás se podría quitar, así se amaneciera en otras pieles.

#Relatos #Narrativa

¿Alguien me explica ese aún?

Aún se escuchan
tiros en cráneos por Normandía,
aún trincheras tienen sangre
bajo primera guerra mundial,
aún quema la piel
en Hiroshima,
aún en el desierto
caen bombas de falsa libertad,
aún retumba Sarajevo,
aún se escuchan los llantos
y gritos en el Salado y en Bojaya,
aún me duele el pecho,
aún lloro…
¿Alguien me explica la puta guerra?
 
Aún bajan muertos por el Magdalena,
aún niños con sangre lloran huérfanos de vida,
aún caen bombas en el pacifico,
aún los cruzados clavan sus espadas,
aún los mongoles asesinan en caballos negros,
aún sicarios disparan por unos cuantos billetes.
 
Aún vale más el dinero
que la vida, que el sentir, que mi mano y la tuya…
 
¿Alguien me explica ese aún?

#Poesía