- ¿Tienes tiempo para vernos
hoy?
- Estaré muy ocupado pero sí
deseo verte, me haces mucha falta…
Él nunca podía resistirse a
verla, era ella la que lo sacaba de la absurda monotonía en la que se había
convertido su vida. El tiempo que le dedicaba a gerenciar aquella compañía de
outsourcing le había asfixiado. Ya no eran sus amigos, ni su hogar, ese sitio
donde escapaba del tedio de su apretada agenda, salvo su hijo y ella, eran
quienes le daban vida a sus días, ya ni su esposa lograba hacerle bien. Hacía
un par de años había dejado de amar a su esposa con ese amor con el que la
había llevado al altar; su esposa era una mujer hermosa, inteligente, muy
conservadora en todo, provenía de una familia muy culta, eso fue lo que hizo
que se enamorara de ella, pero con el tiempo se dio cuenta que faltaba algo,
una chispa de espontaneidad, de no tener todo bajo control, porque hasta su
hijo fue planeado milimétricamente, hasta en el día que debían engendrarlo. Por
otro lado él provenía de una buena familia, no muy pudiente pero muy educada,
se hizo su carrera con trabajo, educación y perseverancia, era admirado por su
visión en los negocios, por su liderazgo incluso en los juegos, por tener un
hogar intachable, siempre era invitado a eventos del sector donde trabaja, reuniones
familiares y de amigos.
Una noche que parecía sería
común y corriente, en uno de los eventos de una fundación a la cual ayudaba su
empresa, la distinguió:
- ¿Eres Salvador, patrocinador
de esta fundación?
- Me gusta más la palabra
amigo de la fundación ¿Y tú eres?
- Ana, he oído mucho de ti…
- ¿Cosas buenas o malas?
- Todo muy bueno.
Conversaron aquella noche un
rato y él marchó a casa, lo que no sabía era que ella lo sacaría de su vida
normal para llevarlo a vivir sensaciones que no había vivido antes.
Una mañana ella decidió
llamarlo, le propuso que se vieran para conversar un rato y así sucedió aquel
viernes de febrero. En un café conversaron sobre sus vidas, ella lo veía con
total admiración, él la percibía como una mujer muy inteligente, sensual, con
un toque de locura exacto para huir de la cotidianidad; empezaron a sentir una afinidad en algunas cosas y sus
puntos de vista diferentes en otras los hacia más cómplices. Para ella no era
ningún inconveniente que le llevara casi 10 años, eso era muy interesante y él
veía en ella lo que ya no veía en su esposa. Un mes después volvieron a verse
para tomar unas copas, y en medio de la noche lluviosa de aquella cita, sus
ansias los llevaron a iniciar un romance, desbordando la pasión contenida hasta
que el amanecer los sorprendió.
Ese sería el inicio para él de
muchas situaciones que lo llevarían a descuidar por completo su trabajo, su
familia e incluso su hijo. En su oficina, distraído por completo, él pensaba en
como ella le hacía el amor como nunca lo había vivido y después del sexo
siempre tenían conversaciones diferentes a lo trivial, en medio de risas,
caricias y de volver a hacer el amor hasta quedar cansados sus cuerpos. Cada
vez más él la buscaba, entre semana, los viernes, incluso algunos fines de
semana empezó a dejar su hogar para verla y viajar, era como si después de
tanto vivir una vida tan cuadriculada, la adrenalina llegara para hacerle sentir la vida en el amor de una mujer.
Empezó a ocultar los extractos
de su tarjeta de crédito porque en ellos estaban reflejados los detalles que le
brindaba a Ana, desde flores, chocolates, hasta noches de moteles, lencería,
juguetes sexuales y todos los antojos que desde su caballerosidad y perversidad
le nacían.
Pero lo inevitable sucedería:
- Salvador: tenemos que
hablar.
Y esas palabras de su esposa
retumbaron en su mente como bomba atómica, por supuesto ya sabía de qué se
trataba así que no evadiría el tema.
Un mes después vivía en un
apartamento en alquiler donde estaba viviendo el paraíso con Ana, que
prácticamente no salía de allá. Pero descuidó tanto su trabajo que la junta
directiva decidió cancelarle su contrato y fue así como si un viento empezara a
derrumbar aquel castillo de naipes.
No veía ya casi a su hijo
porque su exesposa no se lo dejaba ver por no cumplir con sus obligaciones
financieras para con él, las deudas empezaron a socavar su vida, sus amigos se
empezaron a alejar y Ana empezó a ver una versión que no conocía, como si ese
Salvador triunfador se esfumara y poco a poco empezó a hacerse a un lado.
Del paraíso pasó al infierno
en un abrir y cerrar de ojos, prácticamente solo, sin nadie; conoció las más
sombrías noches, las madrugadas más punzantes, los amaneceres más fríos y
agotadores. Y una noche se enfrentó a sus demonios más poderosos.
No supo si fue una
alucinación, un sueño o una aparición, pero una voz le susurró que tenía solo
dos salidas, morir o despertar y luchar por renacer. Y mientras una moneda fue
lanzada al aire, la voz le dijo: si pides cara morirás, si pides cruz vivirás
para renacer, que pides ¿cara o cruz?
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