miércoles, 30 de octubre de 2019

Ella, lo hizo Quetzal, y centro de su universo

A Maliani


El sol de mediodía sofocaba, cada paso, más difícil de dar. En medio de aquel desierto, después de pasar por ese pueblo fantasma, Real de Catorce, caminaba con presencias extrañas a su espalda. Salió de la vieja iglesia, se sentía observado, pero al mirar a su alrededor, nadie. Llevaba ya varias estaciones deambulando sin rumbo, caminado sin norte, sin brújula, sin motivos, incluso, sentía que ya ni memoria tenía. Los recuerdos de infancia, los de adolescencia, todos se habían esfumado, ya ni recordaba su rostro, su nombre, su última sonrisa, el último beso. Sus viejos zapatos eran los únicos testigos del camino andado. En su rostro, las cicatrices del tiempo, del polvo, del árido vivir. Aquel sol de desierto, lo llevaba por piedras que parecían señales, respiraba lento, sin ganas e intentaba ver más allá de los dos pasos siguientes. Vio, de pronto, un rostro blanco, como de calavera, que lo miraba, como una catrina. Pensó, era una alucinación por el calor, el desierto y la deshidratación. Al intentar buscarla, ya no la encontró. Se tiró en la tierra, no soportaba ya esa locura. Débil, se quedó dormido.
Una mano lo tomó, lo elevó por aquel desierto llevándolo al cerro del quemado, encima de unos cuernos azules. Allá, el abuelo del fuego, lo puso de cabeza en el centro del universo. Veía, en el suelo, una planta sagrada que tomaba forma de mujer, y unas piedras en forma de espiral, abrían un agujero negro que absorbía todo. Fue soltado por la mano que lo sujetaba y empezó a caer y a caer por ese agujero sombrío, pero no caía a ningún lugar. En las paredes de ese agujero, vio difuminadas, siluetas de personas, y los rostros derretidos le mostraban esas caras que había distinguido en su vida.
Sintió una lanza, con punta de fuego, que penetró en su pecho mientras seguía cayendo… en ese preciso instante despertó, acelerado, con el corazón a punto de estallar.
De nuevo, nadie a su alrededor. Empezó otra vez a caminar, y en medio del paisaje, vio entre naranja, rojo y amarillo,  un verde, muy a lo lejos, dudó si sería de nuevo una alucinación. Sacó fuerzas de donde no tenía hasta casi llegar a ese verde. Justo antes de llegar, un viento, fresco, con olor a menta, le atrapó. Al respirar, fue como si una nueva energía lo absorbiera y le llenara de vida. En medio del desierto más áspero, metido, bajo del nivel del mar, un jardín de todos los verdes, lleno de aguas cristalinas, de cascadas, del sonido de todos los pájaros, con el viento de primavera, con la presencia de todos los ancestros del sol, de la luna, de los astros, del universo. Fue inevitable que no bebiera en la primera fuente que encontró. Se agachó, metió sus manos al agua, sintió en sus dedos la corriente de la selva, bebió hasta saciar su sed, se lavó el rostro y al verse reflejado en el agua, sintió un escalofrío en el alma. No se reconocía, ¿De quién era ese rostro? Atónito, se echó sobre la hierba a reflexionar un rato y a tratar de recordarse. Fue en vano, su memoria ya no existía, solo vestigios de una vida de caminos, de pasos, de piedras y sin rumbos. De repente, aquel olor a menta, llegó de nuevo e inundó su aire. Entre los arboles llenos de vida, algo se movía. Un rayo de sol iluminó un rostro, una presencia de mujer salió de entre el verde de aquel jardín surrealista y empezó a caminar hacia él. La selva era ella, la vida, el sol, la luna, las alas, el plumaje de todas las aves. Como una alucinación más, tomó su mano y lo llevó al manantial de su boca. Lo besó, en un beso que le devolvió la memoria, el hoy, le quitó las cicatrices y los pasos cansados. Lo llevó a uno de los pequeños lagos de aquel jardín, le quitó la ropa, lo desnudó por completo, lo hizo uno solo con aquella locura de verde. Ella, Quetzalli, le hizo el amor como nunca lo había sentido. Con cada caricia, el viento le llegaba adentro, con cada pedazo de su piel, el universo estaba en su manos, en su frenesí de deseo. Aquella diosa, lo hizo inmortal, donde la humedad de su vientre se compenetró con el manantial de ese oasis en medio del desierto. Fue otra vez hombre, sueños y mucho más que solo carne. Ella, le enterró sus uñas en la espalda de placer, corrió la corriente del éxtasis por sus partes, y de aquellos rasguños, empezaron a salir unas alas llenas de los colores del universo. Supo entonces que su nueva memoria era la piel de ella, aquella alucinación fue la realidad del fuego, del agua, del aire y de la tierra, ahora en su interior. Quetzalli lo convirtió en mucho más que un hombre nuevo, lo convirtió en Quetzal. Y desde aquella vez, su norte es un jardín con olor a menta, su rumbo, la brújula que siempre señala la piel oculta en el agua del manantial, aguas de entrega que en cada vuelo llevan de nuevo a su diosa. En un jardín, en medio del desierto, encontró el centro de su universo.

#Relatos #Cuentos

martes, 29 de octubre de 2019

Despertar

Rutinas escalofriantes me persiguen,
desde el alba
hasta el fin del espacio mínimo de tiempo;
me escapo,
me persiguen como mi conciencia de inquietud,
parecen ráfagas
de angustiosas  pesadillas nocturnas.
De día,
alucinaciones me sumergen en mundanales triviales,
y todos como simples partículas programadas
que solo caminan y no viven a plenitud.
Las calles oscuras auscultan
mi pensamiento existencial,
solo me llevan hacia horizontes
solos y despoblados,
a trayectos inmorales y mortales.
Pero al fondo, se percibe agua y fuego,
la razón del vivir, la presiento,
en cada uno de mis órganos celestes, la intuyo,
huelo su aroma de placer.
Pecado morir
sin antes
despertar,
despertar
y mirar al espejo íntimo
de mi felicidad pasajera.

#Poesía #ÁcidoNeurótico 

sábado, 26 de octubre de 2019

Cartas eróticas de media noche II


¡Hola Louis!

No sé cómo empezar esta carta, lo indicado es con un saludo deseando que se encuentre muy bien. Pero acaso se puede estar bien, estando así, como estamos, separados, tan lejos el uno del otro. Dejaré de quejarme que esto solo hace que nuestra agonía sea más fuerte. Recuerde que en mi carta anterior le comenté de un nuevo sabor de helado: alas de ángel, pues no me pude resistir y fui a comprar medio litro. Quiero contarle sobre él. Su color es blanco, al verla así tan blanca podría imaginar que es algo insípido, pero no, no fue así como ya la veo. Es tan blanca como las sábanas de la cama que compartimos, ¿las recuerda? parecía que estábamos en las nubes tocando el cielo con su blancura o quizás tan blancas como su simiente cuando la regó sobre mi vientre. Su olor: tiene un ligero olor a menta con chocolate blanco, se lo imagina, el olor es una delicia, el olor al chocolate, imaginé el chocolate por mi piel y usted lo quitaba poco a poco con su lengua y la menta… pensara que estoy loca pero imagine la frescura de la menta en mi boca y darle placer, que sienta el calor de mi boca y la frescura del aliento, sentiría escalofríos en el alma y en la piel. La textura del helado es tan cremoso: cremoso pero no grasoso, se deshace en la boca, casi sentí la misma textura cuando usted se vino en mi boca y le mostré todo lo que me dio antes de tragar. Gemidos de placer escapaban de mi garganta con ese helado, ay, ay, ay, que delicia de sabor. No sabe, al estar imaginando todo eso mi cuerpo despertó deseando sentirlo cerca, yo diría que tuve un orgasmo organoléptico. Ojalá y en su próxima carta me diga que pronto vendrá, lo he echado mucho de menos.

Me despido de usted, deseándole se encuentre bien y piense un poco en mí.

Atte: Ivory.



Querida Ivory:

Recibo su carta con la alegría que puede producir una primavera, una lluvia, un orgasmo. Aparte de pensarla y extrañarle, todo va bien y espero usted se encuentre muy bien.
No se imagina la locura que ronda mi mente en cada noche de insomnio. La imagino, toda, de todas las formas. Y sí, como lo describe, esto es una agonía. La distancia, el deseo por usted, extrañar su sexo, su boca en la mía, en mi cuerpo, haciéndome sexo oral, mordiéndome. Cada segundo es un puñal que asesina mi vida lejos de usted. Y yo, por supuesto, me imagino entre sus piernas, sintiendo la calidez y humedad con la que abriga mi sexo, imagino lamiendo, mordiendo sus senos, sus caderas de fuego. Esta espera está muy larga, y mientras camino en las tardes, veo en las tiendas su rostro, en los cafés, su presencia. Al leerla, probando ese nuevo sabor de helado, no puedo dejar de cerrar los ojos e ir a aquellas sabanas, a esa vez, de varias, que probó todo de mí. Me la imagino, llena de helado “alas de ángel”,  y con mi lengua degustando cada poro, dejando que ese helado se escurra suave por sus senos para pasar mi boca, chupando, mordiendo hasta llegar en medio de sus piernas, y probar ese sabor mezclado con el sabor de su lujuria, esa, que me enloquece, y sentirla loca, cerrando los ojos, apretando las manos mientras gime de placer.
Sabe, me excitó mucho leerla, es como sentirla acá, al lado mío. Le contaré, por mi parte, que es muy probable que por fin el otro mes viaje y por fin nos encontremos. No resisto más sin usted, necesito de su piel, su alma, sus besos, su locura, esa que me quita la realidad. Deseo me lleve por ese mundo de sensaciones que encierra usted. Deseo volver a verla con su ropa interior de encaje, sus ligueros, sus tacones, su fuego, sus juegos, deseo sentirla de nuevo encima de mí, danzando como la primera vez que me embriagó de usted. Es increíble cómo se ha clavado en mí, y así la tentación, en esta distancia me llame, me guardo para usted. Espéreme, pronto iré y podrá hacer y deshacer conmigo.

Siempre de usted, Louis.

P.D. Envío, con esta carta, ropa interior que deseo vérsela puesta y arrancar con mi boca.


Carta a Louis por Alma Alada.
Carta a Ivory por Alexander Moreno.

#ElWhiskyDeMediaNoche
#Poerotic
#Epistolar


Labios rojos


A tu enigma en rojo.


Labios rojos llevando a la ensoñación
de un tequila en ellos,
negro cabello que imagina
complicidad,
roja pasión encerrando enigmas de tinta,
de destinos de madrugada.
Mientras llueve  letras de su sentir,
conducen a sitios, a tardes,
a soles, a magia de azules,
carmesí invitación.
Cada letra busca a una de ellas,
intentando descifrar ese misterio
que las encierra a todas,
cada noche, una diferente conduce
por la locura de la medianoche,
y sé, letras inspira, sentir.
Secretos llegan a su puerta,
golpean llevando una carta oculta,
buscándola en un bosque oportuno,
jugando a la no distancia
¿Cómo eres en la madrugada sin luz,
a dónde llevas en la intimidad de tu alma y ser?
Le dejo un suspiro a la hoja en blanco,
un suspiro que llegue a tu sonrisa coqueta,
que llegue con un café a tu mirada,
y allá, quizás,
nuestras miradas se conozcan, leales,
y en esta tarde octubre,
la inspiración se hizo surrealismo en rojo.

#Poesía 

viernes, 25 de octubre de 2019

Por aquellos niños


“Que canten los niños, que alcen la voz,
que hagan al mundo escuchar.
Que unan sus voces y lleguen al sol,
en ellos está la verdad”.
José Luis Perales.


Por aquellos niños
que les falta un juguete en navidad,
por aquellos que a sus padres extrañan,
por los que esperan una sonrisa de amistad,
sin edad, color, religión.
Que canten los niños,
que corran, rían, que no se cansen sus alas,
que vuelen en columpios
apostando carreras contra el viento,
que sean superhéroes en Halloween,
en sus cumpleaños, cuando quieran,
por los que sin pies desean subirse al sol,
colgarse de la luna,
deslizarse por el arcoíris,
por aquellos que un helado no reciben en la tarde de sol,
por los que lloran y por los que nunca más deben llorar.
Por aquellos niños
no escuchados en las calles de concreto,
en la lluvia de desdicha que no merecen,
por los que en la noche sus fantasmas
jalan las cobijas y no llega un grande a protegerlos,
por los niños de las guerras
que escuchan rugidos de perros en sus cabezas,
por los inocentes de la maldad del hombre.
Que canten los niños,
que los grandes los cuiden, lloren con ellos,
rían con ellos,
por todos los niños del mundo,
con sus caritas pintadas de colores,
sus manitas jugando en la arena,
al fútbol,
en sus bicicletas persiguiendo algodones de azúcar.
Que nunca callen los niños, ni los hagan callar,
que sueñen y de grandes sigan igual.
Y que mi voz jamás se calle para mi hijo y los de todos,
que griten todos los niños del mundo
y ensordezcan a la maldad, hasta callarla del todo.


#Poesía

miércoles, 23 de octubre de 2019

Dorado ensueño

Dorado ensueño,
suavidad de rayos de sol,
cabello iluminando el aire,
despertar de miel.
Y tus ojos llegan,
llevan a contemplar
los colores del encanto,
¿Para qué sol con tu iluminada presencia?
La música acompaña
tus labios,
notas
que desde la distancia de tu cielo
llevan a un sueño de letras,
de suspiros.
Detrás de tu hermosura,
vida en cada palabra,
inteligencia, sensaciones.
Tu rostro encierra todas
las estaciones,
y estas letras, osadas,
solo admiran
el aroma del viento en ti.

#Poesía 

lunes, 21 de octubre de 2019

Zapatos mugrosos


Era un día, quizás, como cualquier otro, pero para los demás. Para él, era domingo de ir al parque con su hijo, y eso, era lo mejor del mundo. Sí, escapaba de ese mundo lleno de realidad, de asfixia, de noches largas de insomnio, de dolores de cabeza, de ansiedad, estrés. Pero ese día, se olvidó de todo. Jugando fútbol, corriendo, viendo los ojos de su hijo iluminarse como constelación de Orión, la vida tenía total sentido. De pronto, empezó a llover, pero en vez de correr, se mojaron jugando con la lluvia, que cómplice, los acompañaba en esa tarde diferente. Saltaron de charco en charco, se ensuciaron mucho más que los zapatos, pero reían, con las gotas como compañeras de juego.
En un abrazo de cielo, culminó aquella tarde.
Rumbo a su casa, como casualidad de lluvia, aquella mujer, con los ojos de cielo de agosto, con el cabello como lluvia de abril, lo miró. Algo se iluminó, era perfecta. De repente, ella, le miró los zapatos sucios, llenos de lodo, de mugre. Y con esa mirada, que solo las personas interesadas tienen, lo miró de nuevo. Supo, que los zapatos mugrosos, evitaron que la conociera. Quizás se salvó, y cada noche, sueña, con esa mujer, que no le mire los zapatos, sino su mente.


#Microcuentos #ÁcidoNeurótico

Soledad


“La soledad es un pájaro grande multicolor”
Pablo Milanés

Estrellas fulgurantes y altivas,
eclipses de media noche fríos,
pesadillas de ojos abiertos y pensantes.
El paraje eterno espera con ansias
su compañía solitaria de solos;
de pronto esa luz lunar
penetra cautiva
y silenciosa a mi alcoba,
a la alcoba diaria de mis pasos,
a la habitación más secreta de mi olimpo terrenal.
Góndolas mentales y sublimes
atormentan el aire
que alrededor circunda pasivamente;
horizonte no claro deslumbra mi vista
y alcanzo a percibir ese azul total,
azul de mirada callada,
azul de silencio e intimidad.
Vela opaca de intermitente azul:
¿A eso llamas alumbramiento de pensamiento?
Tras la puerta de mundos vacíos,
golpean latidos de auxilio.
¿Es aquí cuando los poetas preguntan
por balcones de flores
de diversas inspiraciones?

#Poesía

En mi mente un agujero negro

En mi mente un agujero negro,
gusano de todos los tiempos,
portal de locura,
de fines,
de suicidios,
de vida.
En mi mente,
máquinas del tiempo a todas las épocas,
al cielo, al infierno,
a la noche, al alba, al crepúsculo,
al desgarro del alma,
a la emoción de la lágrima sincera,
del despertar de tsunami,
al cansancio de la asfixia del ya.
En mi mente un agujero negro,
de despedida, de sin mañanas,
de memorias que olvidan,
de ausencias que aturden
como eco del apolo en el lado
oscuro de la luna.
En mi mente,
locuras,
oscuridad, luz,
soledades oportunas,
compañías lejanas.
En mi mente un agujero negro,
y un alma de viajero de constelaciones.

#Poesía

jueves, 17 de octubre de 2019

Angustia

Azul, angustia,
ramas sin hoy al fondo
de la realidad.
Acá, las bocas hambrientas
reclaman desde su inocencia el hoy.
Luna de universo,
sideral constelación,
portal de irrealidad.
Plumas doradas
dejando todo,
alas cansadas,
resignación, vuelo.
Tres vidas, un solo ya.
Al final la vida,
el inicio y el final.


Escrito: Alexander Moreno
Pintura: Edwin Giraldo

Todos los derechos reservados. 

#Poesía #Óleo #ÁcidoNeurótico 

domingo, 13 de octubre de 2019

Luces de misterio


Iniciaba el alba, la pendiente, cada vez más alta, agotaba mi oxígeno, cada paso era más difícil, pero en mi mente, la búsqueda me llamaba. Era una voz interna que no paraba de intentar llevarme a algún lugar. Varios días ya, con sus noches,  en que se me nublaba la vista, solo podía sentir esa voz interna, que me conducía, me quería internar a no sé dónde. Hasta que decidí, después de la noche de insomnio, caminar hacia ese misterio.
Llegué por fin a la casa, en medio de la neblina, del silencio, del bosque, a esperar la señal oportuna, esa señal que quizás el ruido de la ciudad no me dejaba percibir. A la medianoche, sentí, un ruido extraño en los pasillos de la vieja casa de madera. Me levanté, prendí mi linterna, salí pero no vi nada ni a nadie, pasé mi vista por la oscuridad y nada. De repente, en lo alto de la montaña, unas luces desprendían un brillo diferente a algo visto anteriormente. Siete luces alumbraban, una al lado de la otra, solo pude intentar guardar en la mente el sitio exacto para en la mañana ir al lugar de esas luces. Esa madrugada no pude casi conciliar el sueño, por fin, al amanecer logré dormir un poco, pero al despertar, la viva imagen en la mente de un sueño: un libro que contenía siete secretos, se abría en el sitio en donde unas luces iluminaban la noche.
¿Qué significaba ese sueño? ¿Qué secretos tendrían? ¿Era esa misma voz interna qué me perseguía y estaba oculta?
Caminé rumbo a la cima de aquella montaña, que la noche anterior, me había revelado unas luces. Mientras cruzaba el bosque, sentía una presencia extraña a mí alrededor, como si alguien me mirara, o me siguiera. Llegué a un acantilado, había un tronco gigante caído, era el único medio para poder cruzar. Trepé, empecé a arrástrame lentamente para no caer al vacío, cuando iba en la mitad, un viento helado pasó como corriente de viento de huracán, me hizo resbalar y estuve a punto de caer. Logré aferrarme con todas mis fuerzas, me incorporé y logré llegar al otro extremo. No sería el único obstáculo. Más adelante, llegué a una peña, no había como subir. Con todas mis fuerzas tiré una soga hasta una piedra, halé y me amarré a la cintura, escalé, sintiendo a mi espalda el vacío, pendulando, jugando con la muerte ¿valdría la pena esa búsqueda?
Por fin, al lograr escalar del todo, pude ver un sitio, en medio de la cúspide de aquella montaña, como una cueva, con siete piedras enormes a la entrada. Caminé hasta llegar, adentro, todo era oscuridad. Encendí mi linterna y entré, en mi interior el temor a lo desconocido pero también las ganas de por fin saber si acallaría esa voz que no me dejaba en paz desde que apareció.
De repente, sentí como si hubiera pasado una sombra, o una presencia extraña por delante de mí. Alumbre con mi linterna pero no vi nada. El aire se puso denso, sentía que no podía respirar muy bien y sentí que caí al suelo.
Una voz me hablaba, me decía que debajo de la piedra con forma de búho, al fondo de la cueva, se encontraba un libro, no para ser leído con los ojos, sino con el sentir, pero que antes, debía escribir en él mi historia de vida con la tinta de una de mis lágrimas. Aquella historia era necesaria para que el libro por fin guiara por los caminos de la sabiduría.
Desperté, estaba recostado sobre unas rocas, sobre ellas hojas secas, supe que había estado inconsciente, pero recordé cada palabra de aquella voz. Busqué la piedra con forma de búho, la hallé, en medio de pinturas en las piedras que indicaban muchas historias en imágenes, al correr la piedra, encontré un libro color ocre, desprendía una luminosidad distinta, y al abrirlo, solo hojas en blanco. Recordé, que debía ser leído con el sentir y que debía escribir primero una historia en el con la tinta de una lágrima mía.
No sabía que historia escribir, y no lograba sacar una lágrima. Cerré mis ojos, e intenté ir en mi mente a otro lugar, uno que me conmoviera al punto de llorar…

Un guerrero, cruzó montañas buscando un tesoro perdido, un tesoro que por fin lo haría libre, que le permitiría estar con la mujer de sus sueños de nuevo, aquella mujer que dejó en una aldea lejana, con su hijo, mientras él, recorría caminos. Después de buscar en los siete reinos aquel tesoro, regresó derrotado a su hogar, con los pies cansados, las alas rotas, la armadura vencida. Al llegar, su aldea había sido saqueada por vikingos, todas las personas estaban muertas. Corrió con desespero, al llegar a la puerta de su casa, su esposa e hijo, muertos, yacían uno al lado del otro. Gritó, se dio golpes en el pecho, lloró y en ese momento entendió que había perdido su verdadero tesoro: a su hijo y esposa, y todo, por perseguir sueños de oro.

Al terminar de escribir, una lágrima se deslizó por mi mejilla, era la lágrima de mi sentir, que en esa historia, había escrito de todos los miedos que me poseían. Al caer en la primera página del libro, se desprendió una luz muy fuerte que le dio claridad a toda la cueva, se iluminó la montaña, y se me reveló un secreto: mira con el sentir. Pero… ¿no eran siete?
Sequé mis lágrimas, seguí mirando el libro pero se quedó otra vez en blanco... ¿Qué me faltó para poder leer todo el libro, qué misterio me faltó por resolver?
Salí de la cueva, por un lado maravillado por la revelación pero por el otro consternado porque sentía un vacío aún. Llevaba el libro para intentar descifrarlo después.
Descendí de la montaña, atravesé de nuevo los mismos obstáculos y llegué de nuevo a la vieja casa de madera. Cansado, me recosté, esperando de nuevo el sueño. A la madrugada, los mismos ruidos de la noche anterior me despertaron. Salí, de nuevo nada. Miré a la montaña, pero ya no había luces, todo estaba en silencio. A la mañana siguiente, busqué el libro, no estaba. Revolqué absolutamente todo, se había extraviado, desaparecido por completo. Regresé.
Ahora, de nuevo en la ciudad, camino cada mañana por las calles de concreto intentado descifrar que me faltó, que detalle omití. Busco en cada café, en cada mirada de transeúntes, en la lluvia, en las tardes de soledad, en cada esquina. Busco esa señal que me lleve de nuevo a aquel libro, a esa historia. No volví a escuchar esa voz en mi interior, pero cada medianoche, escucho los mismos ruidos en mi habitación, y por una extraña razón, al despertarme, siempre se desliza una lágrima por mi mejilla. 

#Relatos #Microcuentos

sábado, 12 de octubre de 2019

No siempre soy

No soy el que siempre ríe,
el que siempre escribe,
ni el que siempre sueña.
A veces soy un abismo de fuego,
sangre de todos los tiempos,
agujero negro de cuervos en los ojos,
daga autoclavada en las cicatrices,
costuras de destiempo,
sed sin agua,
a veces soy columpio sin viento,
camino sin pies,
no soy alma, ni vida.
Y un hombre en el espejo me mira y me dice:
ese no soy yo,
no soy ese espejismo,
ese laberinto,
ese espectro, muerte.
No soy el que siempre
tiene una flor, una hora, un saludo,
a veces las palabras me ahogan en la garganta,
me rasgan la piel del estómago,
me quitan el aire,
me asesinan.
No siempre soy.

#Poesía 

Las tripas en la madrugada asesinan a las mariposas

Las tripas en la madrugada
asesinan a las mariposas,
el reloj clava su puñal en el pecho,
con los ojos abiertos la oscuridad llega.
Enjambre de fantasmas, demonios.
Se secó la rosa,
la sangre fría llegó al alba.
Silencio.

#Poesía

Entre agujeros negros y memorias que olvidan.

Entre agujeros negros
que llevan a la desesperación,
al fondo del abismo,
a la madrugada feroz.
Entre agujeros que debilitan el espíritu,
entre silencios que aturden al alma,
entre el eco del universo,
en un big bang
en la mente.
Entre memorias que olvidan,
que desechan el sentir,
que echaron a la basura las letras,
la verdad, la sinceridad,
el ayer, el hoy y el mañana.
Agujeros negros,
memorias sin tiempo,
mirada del no tiempo,
olvidos que cicatrizan en la piel,
gotas de anhelos,
derramadas en el suelo
de los no fue.
La guerra de las entrañas
en la mañana fría del domingo,
café del destiempo.
Y la locura llega
 y entra por la puerta
del hoy,
se queda a vivir
y huyo a las seis habitaciones
más oscuras del todo y la nada.

#Poesía 

Dragón rojo.

Abismo surreal de sensaciones,
laberintos oscuros de falsos pasos,
camino en bajada al infierno,
al submundo del no sentir.
El dragón rojo
abrió su fuego de hastío,
calcinó mi corazón de crepúsculos,
hizo cenizas las mariposas,
volvió gusanos
las ilusiones.
En la piel, cicatrizó el sentir,
en el alma grabó la marca del desespero,
los granos de arena en mi pecho
los tiñó de sangre de octubre.
Quemó al ayer, el mañana,
solo dejo un hoy de penumbra.

#Poesía #ÁcidoNeurótico

lunes, 7 de octubre de 2019

Soy…

Soy Louis, Carlos, Daniel, Alberto, José,
soy eco de muchas voces,
de muchas locuras,
algunas mías y otras que no me tocaban.
Soy el rostro del desespero de muchos,
de la agonía de todos,
de la alegría robada,
del hastío de la hipocresía.
Soy Marco, Salvador, Javier, Fernando,
soy la noche en penumbra,
amanecer sin café,
día con hambre,
desgarro de la piel en la tarde
sin sentido.
Soy Ana, Beatriz, Reiko, Ivory,
soy las espinas más hermosas de la rosa,
las lágrimas de la amapola,
el amarillo del girasol.
Soy todos los niños desolados
que en la jungla de cemento
buscan juguetes en el lodo.
Soy las botas rotas,
los pies llenos de ampollas,
las manos de la tierra del campo,
el dolor de espalda,
la cabeza que explota.
Soy la locura, la habito, me habita,
somos amigos y enemigos,
y cada noche,
nos jugamos la madrugada
a la ruleta rusa.

#Poesía #ÁcidoNeurótico

sábado, 5 de octubre de 2019

Allá, acá, más allá

La vida me lleva allá;
allá saludo, experimento.
El tiempo me trae acá;
acá dibujo, imagino.
El universo me guía allá y acá;
acá y allá recuerdo, muero.
Y más allá, sueño,
no me despierto.

#Poesía

Ignominia

Ignominia, oprobio,
todo gira alrededor del dinero
y tu oligarca, burgués,
estrechas tu mirada con bajeza
ante la mirada noble del supremo,
de la justicia;
más tus soldados se sublevan
alrededor del inconformismo,
giran entorno de la hipocresía humilde y necesaria;
Y no bastan una, dos o más máscaras,
todo hace falta ante tu presencia,
falta coraje para decirte que
ennoblezcas tu espíritu ante las cosas buenas,
ante el buen servicio de tus falsos servidores oportunos.
Más no esperes un mañana de servidumbre,
espera tan solo maquinas que no sentirán,
ni amor, ni vida, ni nada,
tan solo
alimento de órdenes.

#Poesía

Silueta de bolero

En silencio, lento,
en secreto,
dibujando en la noche
tu silueta de bolero…
cerrando los ojos,
percibiendo el olor de tu hoy,
llevando tu cintura
por la melodía íntima de mi sentir.
Besando tu mano,
tus labios de vino,
entrando en tus sueños,
sin permiso,
deslizándome por tu velo negro,
claro…
probando tu enigma,
danzando en tu mirada,
viviendo la medianoche
en tu piel suave de flor,
quedándome en la melodía
de tus sueños,
hasta el amanecer,
hasta que despiertes
y pueda volver a sentirte.

#Poesía 

miércoles, 2 de octubre de 2019

Ella, tenía el nombre de la vida

Llegó en la tarde gris, en esa, en que todo había perdido sentido. En su piel, tatuajes que invitaban a recorrer mucho más que historias. En su cabello, insinuación a despertares de caricias entre los dedos. En la lluvia, caminaba como si fuera una gota más, como si alrededor nada importara. Mientras su blusa se mojaba, ella, sentía la vida de colores. Andaba por calles de concreto llenándolas de magia; ella, selva, naturaleza. El café en sus ojos tenía momentos en donde el tiempo no existía. En sus ojos las horas y segundos no existían. En sus labios, la miel era poca, imposible no ver sus labios de vida en la contemplación del alba. También tenía sus días grises, opacos, de esos días en donde se ocultaba del mundo y aun así, era radiante como arcoíris en medio del sol y la llovizna. Su nombre no era pronunciable con el alfabeto sino con el sentir, la sensualidad de su existencia, era ensueño. En su piel tenía sentido ser beso.
Ella, era música, jazz, rock and roll, clásica. Ella, era literatura, poesía. Ella, era arte…
Un día, desperté, y la empecé a buscar en las esquinas, en los parques, en las bibliotecas, en cada rincón de la ciudad de hierro. Sabía, que estaba allá, en la encantación esperando ser sentida. Nunca la encontré, aunque la presentía. Cuando la dejé de buscar, apareció. Ella, tenía el nombre de la vida, y quizás también, se llamaba locura. 

#Microcuentos

Año nuevo

Cercado por tres montañas hermosas,
con ríos caudalosos y tranquilos,
se angosta mi destino efímero,
como una gota de cielo boreal
que se rezaga cuando cae totalmente,
sin mirar atrás,
con algunos tropiezos
y sin melancolía existencialista,
intento ser hoy.
Te saludo,
presente,
palpito vivo de locura,
destino inconcluso e invisible:
prepárate a encontrarte conmigo,
porque lucharé hasta mi fin póstumo.

#Poesía

Sintonizándome

Girasoles celestes guiaban mis pupilas
hacia mares de ilusiones etéreas
y me trasportaban a inciensos de ternura,
de encantamiento,
casi, casi un sueño,
más tus besos me cambiaban de dimensión
y con la seguridad que tus mejillas
me proporcionaban,
fui de paseo por el olimpo,
recorriendo uno a uno esos jardines de Eros.
Tu mano impulsándome
a dejar los miedos a mitad de camino
y sintonicé
la armonía invisible que cada uno
de nosotros buscaba en ese otro cielo,
ese cielo que nos acompañó nocturno, cómplice
pero que brillaba como tu corazón,
de una forma inmarcesible,
real, que me brindó una luz,
la luz de mis locuras de poeta.

#Poesía