martes, 10 de septiembre de 2019

Cartas eróticas de media noche


Querida Ivory y amada mía.

No sin antes, desear se encuentre usted muy bien, le escribo desde esta distancia que destroza mi alma, que acaba con la cordura de mi mente, que me lleva cada noche, en su ausencia, a buscarla en mi piel, en mis recuerdos, en mi mente.

El invierno es cruel, la soledad más. Los días con sus noches, calan en la carne, en los huesos, a veces con los ojos cerrados, o incluso abiertos, le pienso y la siento tan cerca. Imagino sus labios rojos que se acercan a mí, me besan despacio, me muerden con las ganas de comerme al instante. Siento como mis manos toman su cintura mientras mi lengua entre su boca mojando lento, siento su respiración ir en ascendente mientras mis manos van a sus caderas y entran en su blusa buscando sus senos, que al roce de mis dedos se encienden y me encienden a mí.
Se detiene mi tiempo en esta ciudad nostálgica al llevarla en mis bolsillos de distancia. En las noches, huyo a usted, la veo llegar y cruzar la puerta, escucho sus tacones caminar lento, veo sus largas piernas como alas de ángel elevándome a la contemplación. Me llevan sus medias veladas a jugar con mis ganas de romperlas, de subirle la falda, de quitarle su ropa interior, de besarla hasta que humedezca mi boca con el sabor de su cielo, de su infierno en llamas. La pienso, amada mía, y la veo con su liguero rojo encima mío, danzando con su vientre mientras sus senos se mueven como olas, la siento suave, loca, rápido, la escucho gemir mi nombre, clavarme sus uñas, meterme muy adentro de usted, dejándome su olor a sexo de olimpo.
El otro día, de regreso a casa, pase por una biblioteca que queda cerca de donde vivo, recordé cuando la conocí y la vi por primera vez. Jamás pensé que aquella mujer de cabello negro, labios rojos, gafas de erudición, que buscaba un libro, fuera a tener el sexo de los dioses en sus piernas, en su todo.
En las tardes me tomo un café, leo un libro, pero es imposible tener paz en mi mente, de inmediato me voy a la cocina, al comedor, al baño, al piso, al sofá, a todos los rincones en donde usted me ha dejado agotado y extasiado con su río de pasión, en donde me ha matado y me ha revivido con sus besos tiernos y cálidos después de devorarme como leona en celo.
La vida me asfixia más de lo que usted cree, y solo desearía la asfixia de sus muslos que me atan a su éxtasis, a la explosión de todas las mujeres que tiene, al temblor sublime de su todo.
El tiempo corre lento, muy lento, las horas clavan su puñal en mi pecho, en mis muñecas y solo usted en la distancia me salva. Ninguna mujer en esta ciudad fría se iguala a todas las mujeres que solo su nombre encierra y deseo lo más pronto volver a sus brazos, a su cintura, a sus ligueros, a sus besos de licor, al abrazo después del sexo. Cada minuto es eternidad, cada segundo, abismos.
Espero usted me piense igual, me extrañe y me tenga en su piel, en su entrepierna, en su pecho de flores, espero me tenga y me espere con las mismas ansias.

De usted siempre, en mis días grises por su distancia, y en sueños mojados.

Louis.

P. D. Cada día lejos de usted me hace desearla más, no veo la hora de llegar a su cuerpo, a su alma y a sus orgasmos de vida.







Querido Louis.

¡Estoy temblando! feliz, temblando de felicidad.
No creí que me escribiría tan pronto, y saber que me extraña como lo hago yo. Louis, no sabe como lo he echado de menos, esto es delirante. Mi alma y mi cuerpo sufrimos por usted, y más por las noches, aquí el verano, golpea con fuerza cada noche, en realidad es todo el tiempo, ¿sabe? Ayer hable con mis hermanas de usted, les conté de lo maravilloso que la pasamos juntos, esa chispa electrizante al cruzar nuestras miradas es como si nos conociéramos de mil vidas, quién diría que en una librería sería el lugar que el destino pondría para conocernos, ese lugar lleno de tinta, de hojas, de miles de títulos, de historias por contar, ese lugar en donde los engranes se acomodaron, me dicen que me olvide de usted, que lo más probable es que usted encontraría pronto a otra mujer a quien amar… pero ellas no entenderían esto que me pasó con usted, es algo que jamás había vivido, soy otra mujer, nunca había sentido esta necesidad animal, por llamarla de alguna manera. Cierro los ojos y vuelvo a vivir todo, nos devoramos, y si me sentí una leona en celo, estas noches húmedas en las que no consigo conciliar el sueño. Pasó mis manos por donde estuvieron sus labios, hago el mismo recorrido, empiezo por mis labios, sé que le gustaron, no sé qué le gustó más ¿mis labios o los ojos? Recuerdo perfecto después de que chocamos en el pasillo de ciencia ficción, entre los clásicos de Julio Verne y Úrsula K. Le Guin, sus ojos volaban de mis labios a mis ojos… paso las yemas de mis dedos por mis labios, recordando ese primer beso que nos dimos con sabor a café esa misma tarde después de nuestro percance, fue Inevitable ya no pudimos estar separados el uno del otro. Poco a poco las deslizó por mi cuello, recordando las mordidas que en el depósito, las huellas de pasión que quedaron gracias a esa barba, y mis pecho reclaman atención, ellos desearían que fueran sus labios pero solo están mis manos, recuerdo cuando nos entregamos en la cocina, entre besos y agarrones sacó de la alacena el whisky lo sirvió con hielo pero quedó ahí en la barra, cuando de pronto imaginé bebiendo de su piel el líquido marrón, no lo pensé dos veces, fui despojándolo de su ropa de una manera desesperada, como olvidar su cara de sorpresa y aún más después que tomé el vaso di un trago pero no lo pasé y lo esparcí por su pecho, el mejor whisky que he probado, sin lugar a dudas es ese. Fui limpiando, bebiendo gota a gota, pasando mi lengua, mis labios por sus tetillas… Sigo bajando mi mano, ahora está sobre mis pechos, los tomo con la punta de mis dedos, y doy suaves tirones. Este calor asfixiante sigue haciendo de las suyas. Mis labios recuerdan sus besos, besos desesperados, cuando su boca se dedicó a besar mis labios, ya habíamos dejado la cocina, estábamos en el salón, el vaso de whisky nos acompañó, esta vez quedé debajo de usted, tomó con sus dedos uno de los cubos de hielo los paso por mis pecho en círculos hasta dejar mis pezones erectos, gemidos, nuestras manos por todas partes, y después sentí lo frío sobre mis labios, como quemaba, mi cuerpo cada vez estaba más húmedo, vi esa mirada perversa en usted y me gustó. Ahora mi mano está sobre mi monte de venus, mis dedos recorren sin prisa el contorno de mis labios, la humedad sale de entre mis labios, como ese día cuando el hielo lo introdujo en mi interior, abrí los ojos grandes al sentir como el frío me invadía, mi cuerpo estaba muy caliente, y el contraste de temperatura fue delirante, pero lo mejor llegó cuando dejó caer de su bebida marrón entre mis labios y bebió directamente de ellos, esa lengua endiablada que tiene me hizo no solo gemir, grité como una loca, loca de placer al correrme, como en este momento cuando mis dedos entran y salen de mi cuerpo y mi espalda se arquea, mis músculos se tensan, siento como toda esa energía se concentra en mi centro, voy a explotar como un volcán… Louis, este calor es agobiante, no sabe cómo me hace falta, sentir su respiración en mi oído.

Espero y pronto pueda volver.
Ivory

P. D. Recuerda la nevera cercana a la biblioteca, tienen en nuevo sabor; alas de ángel le llaman, quiero probarlo con usted.




Carta a Louis por Alma Alada.
Carta a Ivory por Alexander Moreno.

#ElWhiskyDeMediaNoche
#Poerotic
#Epistolar

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