martes, 13 de marzo de 2018

Desvelo Divino

Musa elegida desfilando
por este paraíso de olimpo,
aquel carruaje te transporta
rodeada de anillos de oro que fulguran;
Volcán, hielo confundiéndose
en tus ojos diáfanos e inefables
y tus arcanos se postran
en tu cuerpo de polvo de estrellas
impregnando de tus sones íntimos,
de tus melodías transparentes y trascendentales.
Tus ademanes tiernos
convierten mi alma y mis ilusiones
al punto de la ansiedad majestuosa,
al extremo de los siete espejos,
de las siete mascaras que logras despojar
de mi travesía con tan solo
percibir mi presencia.
Y noche, media-noche,
tu armonía que desvela diurnamente
rodea mi cama de tu azul
tan enigmático que se esconde
en tu felicidad trémula,
en tu limbo de diosa y mujer dorada, lejana.
Después de rayos cegadores,
tu visión de ángelus
pululaba en mi iris
somnoliento y soñador.
Es aquí cuando el vino
embriaga mi ser de locura,
de placeres íntimos,
de secretos tuyos.
Arde mi rostro,
persigo tu hechizada isla boreal
que me envuelve
en la búsqueda de flores nuevas,
de carmesís ocultos
en tu piel desnuda y
en tu corazón de pasos lentos, afanosos.
Pero sentí entre los ramajes opacos
de tu ser exterior la luz inmarcesible
que irradias de entre tu luna.
Tan solo la red empieza
a ser destruida
para comenzar la sagrada conjunción de astros,
de poros,
de agua regando nuestros cuerpos
al unísono de centenares de pálpitos
que retumban en nuestras cinturas,
en nuestros deseos al borde,
al regazo de las alas de Moira, Venus y Calíope.
Quizás estas cuerdas
tan solo expiran aire débil
que nace de la duda
¿Quizás?
Tan solo un segundo necesito,
un gran viento de piel adentro
que encienda nuestra chispa,
nuestra llama taciturna.
Yo lo dejo todo,
mi rumbo, mi barca,
quiero navegar en tu mar
hasta las profundidades enigmáticas
de tus besos, de tu canción solitaria, de tu cintura.
Y dejo mi poesía,
la escondo,
volveré con frenesí a buscarla
en algún rincón de tu alma,
de tu sombra azul.

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