Sentada, frente a mí, suspiró… una sonrisa
juguetona la acompañaba; de pronto, su mirada, se plasmó en mi pupila, percibí
en esa nada un abismo y lo comprendí: se encontraba cansada de su monotonía, su
cuerpo necesitaba la pasión, el color del vino, la magia de la música, sus poros
buscaban mezclarse con el sudor de las fantasías e ilusiones. Sus manos,
inquietas, recorrían una y otra vez el vaso lleno de café, su boca esperando un
beso con frenesí. Se conformaba con agotar sus esperanzas en un cigarrillo y
mirando como el humo desaparecía, al igual, como su vida dejaba pasar a las
horas.
De repente, su rodilla, rozaba contra la mía: sentí
su pasión reprimida y percibí en sus entrañas, el fuego que comenzó a calentar
mi piel… mi sed buscaba sus labios por inercia. En mi mente me preguntaba: ¿Y todavía
nos negamos a estar juntos cuándo nuestros cuerpos lo exigen con desdén, locura
y desenfreno?
Marchó en la mañana, nunca supe cómo se llamaba.
#Microcuentos #Relatos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario