lunes, 2 de septiembre de 2019

Astronautas de sueños


La cuenta regresiva había iniciado, el viaje iniciaría y el espacio los esperaba. Mientras empezaban a subir entre las nubes, su hijo, maravillado, veía como todo se volvía pequeñito, lo que era enorme ahora era como un juguete, las casas, los autos, los animales, todo diminuto. Al pasar por las nubes veían como las aves los despedían, como del arcoíris salió un algodón de azúcar moviendo su mano y diciendo adiós. Al salir de la tierra, vieron el universo mágico, muy, muy grande, vieron a la luna sonrojarse porque le estaba mandando un pico al sol, vieron los cometas correr como niños por un prado de dulces de todos los tamaños y colores. Su destino era la constelación de Orión.
Entre estrella y estrella, miraban como el sol arropaba con sus rayos a toda la vía láctea. Por fin, después de viajar por varios días, de ver planetas soñados como balones de fútbol, llegaron a  Orión.
Los ojos de ambos, se iluminaron como niño que recibe su regalo de navidad soñado. Era grande, muy grande, en su cinturón tenía planetas de agua, su arco, era enorme como una ballena, sus flechas eran de hilos de telaraña. Cuando los vio sonrió y los invitó a su casa.
Adentro, les contó como había cazado escorpiones por el universo, como se había hecho grande y fuerte, les invitó gelatina de osa mayor, helado de supernovas, postres de galaxias, los invitó a pasar la noche y encendió una fogata con estrellas. Mientras dormían, les susurró un secreto al oído de ambos: desde ahora, cuando duerman en la noche de navidad, se abrirá un portal entre su mundo y el mío, podrán venir  y encenderemos la fogata de Orión.
Al amanecer volvieron a su cohete, el regreso tenía que ser ya, debían llegar apenas para la noche de navidad. Tomaron la misma ruta que de ida, pero ahora cada planeta, cada estrella, cada asteroide los despedía sonriendo e insinuándoles que regresaran. Al ver a la tierra, sorprendidos, se les aguaron los ojos por el azul celeste que tenía, era hermosa, algo que desde adentro no podían ver, y la luna, al verlos de nuevo, les regaló polvo y rocas de su suelo para que los demás niños también tuvieran un pedacito de ella.
Llegaron el día de navidad, estaban tan cansados que apenas pasó la medianoche se durmieron. En sueños, se abrió el portal y Orión los llevó de la mano a su mundo otra vez.
Ahora, cada noche de navidad piden un deseo, miran a la constelación de Orión porque saben que allá tienen un hogar más, pero desean que todas las niñas y niños del mundo, también puedan ir.

#Relatos #Microcuentos

No hay comentarios.:

Publicar un comentario