sábado, 5 de mayo de 2018

El alebrije de los sueños


A mi hijo Eddie
                                                                                                                                                                  

Hace algún tiempo, en las calles de una ciudad de cielos azules y vientos frescos, se encontraba un niño jugando con su padre en un prado verde lleno de árboles, tréboles, aves y hojas en el suelo, que sonaban al caminar entre ellas. De pronto, en aquel campo verde mientras el niño jugaba, corría, daba vueltas y saltaba, llegó a la sombra de un árbol, el más grande que se encontraba en aquel sitio y se sentó un rato a descansar y a tomar agua. En aquel momento de descanso, el niño, se durmió en los brazos de su padre, a la sombra de aquel árbol, árbol que le brindó mucho más que su sombra para que aquel soñar fuera diferente.
Mientras soñaba, el árbol dejo caer sobre él unas hojas que le dieron abrigo y en aquel sueño, el niño sintió que era el rayo del sol que le cubría, unas alas que le abrazaban, era el abrazo del árbol, el abrazo de un amigo de 500 años, que le protegía mientras conectaba esa alma juguetona, limpia e inocente con el universo. En aquel sueño el niño caminaba por grandes praderas llenas de caminos que llevaban a muchos lados, caminaba con dirección a las montañas, porque su padre le había contado que allá en las montañas estaba un manantial lleno de peces multicolores, aves no vistas, arcoíris, y allá se podía ver el color de los sueños. En aquel sueño, al llegar el niño a ese  manantial, había un ave enorme multicolor, le saludo por su nombre  y lo guió mostrándole de que estaban hechos los sueños. El niño no dejaba de observar maravillado cada uno de todos los colores que conocía y aquellos que nunca había visto, miraba que los sueños tenían mucho chocolate, observaba peces de todos los tamaños, aves de cada rincón de la tierra en un solo lugar, de todas las formas y colores, todas cantando al mismo tiempo canciones hermosas que salían de sus picos. El ave enorme multicolor llevó al niño al lugar donde nacen los arcoíris, le enseñó como salían, lo lanzó por uno cual columpio del parque, el niño sintió estar en un inmenso algodón de azúcar. Lo llevó también a ver la estrellas fugaces que se formaban en el cielo de aquel sueño, que salían de una bomba de jabón y corrían por el cielo, y él no dejaba de ver todo con asombro, como quien ve el juguete de su vida por primer vez, como quien tiene su primer balón o su primer dulce, como quien está encima de un dragón dorado, volando encima de gelatina. El niño miraba al cielo y gritaba sorprendido, con el rostro encendido y el corazón que se le salía. Y en ese sueño aquella ave multicolor le dijo al niño que jamás se olvidaría de él y lo acompañaría en todos sus caminos, en sus fantasías, en sus sueños, en su corazón, en sus juegos y alegrías.
El niño despertó de aquel sueño con una sonrisa en el rostro, cual ángel jugando en las nubes, y salió a correr por aquel prado, y miraba las montañas, el cielo, las aves. En ese preciso momento salió un arco iris y el niño sabía que había estado allá, en ese arcoíris.
Al llegar a casa y después de contarle el sueño a su padre, mientras caminaban de la mano, el niño se puso a jugar, como era costumbre todas las tardes, en la casa llena de juguetes, donde era héroe, carro, muñecos y mil batallas, en donde todas las tardes la ventana quedaba abierta para que el aire corriera por esa habitación. Aquella tarde, llegó a esa ventana un pajarito lleno de color verde, azul, amarillo, rojo y pequeño, el niño sintió que lo miraba como si se conocieran de toda la vida, se acercó y el pajarito se postró sobre su mano pequeña y frotó su pico en sus dedos pequeñitos. Desde esa tarde, el pajarito, siempre llega en las tardes a acompañarlo en sus juegos de dragones, de luchas épicas, en toda la fantasía que había en esa mente inmensa y cada noche que el niño se acostaba se despedía de su pajarito, que sin duda llegaría al otro día. Desde esa noche en los sueños del niño, lo acompaña un ave enorme multicolor que lo defiende de los miedos, las arañas, las serpientes, los fantasmas y todo lo malo que acecha en los sueños, desde esa noche, el alebrije de los sueños, cuida de noche al niño y cada tarde lo acompaña en sus juegos, como quien tiene el más grande amigo, que sin hablar está ahí, de la mano, en la inocencia, en todo, porque desde aquella noche jamás estuvo sin compañía, porque esa misma noche, su padre, cerró los ojos, tomó al niño de las manos y le dijo: hijo mío, no estarás solo en las noches frías, en las noches oscuras, cuando lleguen los miedos, las pesadillas y monstruos, porque seré tu mano así ya no esté, porque este amor es el alebrije de tus sueños, que te acompañara en tus tardes y ensueños, porque hoy soy tu amigo, sombra, protector y compañero de juego, soy tu ave multicolor, tu camino, tu risa, tu hoy, tu siempre, tu juego preferido.

Desde esa noche, el alebrije de los sueños los acompaña a los dos, al niño en todos sus sueños y juegos, y al padre, en sus hojas en blanco.

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