lunes, 29 de enero de 2018

Madrugada

Camino en la noche sin salir de mis muros oscuros,
viajó entre mundos surrealistas buscando lo indescifrable,
percibo la vida sin máscaras, sin dudas, sin miedos...
y allá en ese sitio, en un libro amarillo escribo tu nombre...
voy errante en noches de sudor,
veo figuras que se derriten en el tiempo,
suspiros que se queman en las cárceles de la oscuridad
y tan solo tu nombre recuerdo.
Persigo la sombra de una figura,
la mano larga de una vida o recuerdo,
pero no veo tu rostro,
y en ese libro no hay más nombres,
no hay nada, más que dimensiones distorsionadas del tiempo,
sin lugar, sin edad, sin épocas…
y acá, en este lado del espejo,
siento la edad de muchos caminos,
llevando en los zapatos zancadillas, piedras y arrebatos,
llevando en la mente senderos, soles y noches,
pero todo me lleva de nuevo a ese libro,
a esa montaña sombría, muy alta y fría,
 y no siento más la edad del caminante que avanza…
solo siento ecos desde la distancia,
ecos con cadenas, sin realidades,
a veces siento esa oscuridad como lo más real,
pero otras como una absurda mentira más…
no se ya si es un sueño, un camino, oscuridad,
una cárcel, un espejismo,
ya no sé si tu nombre es una señal,
o la irrealidad de mis noches a oscuras.
¿Qué otra cosa puedo hacer ya en esta madrugada leal?

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