Miraba a la gente correr aquella mañana extraña. Buscaba en esos
rostros, alguno conocido, o al menos la sensación de que conocía uno, solo a
uno, pero cada vez era más difícil. Cada ceño fruncido me alejaba de esa
realidad, me llevaba a caminar por puentes de contaminación, a alejarme del
ruido ensordecedor de autos, motos, pitos, de toda clase de perturbación.
Llevaba toda la mañana buscando ese lugar donde refugiarme de aquella
jungla de cemento, pero cada paso, era un abismo de locura. Y las horas,
apuñalaban los pulmones, y la respiración se cansaba de caminar sin sentido. Pero
tenía cierta corazonada, muy en el fondo, de que encontraría un atisbo de calma
en aquel caos.
Pude contar los pasos caminados, sin duda eran bastantes, al fin al
cabo, ya no tenía más que perder, llevaba varios días intentado encontrar un
sitio diferente, pero ¿para qué contar lo qué no queremos recordar?
Solo quería huir, escapar, borrar mi pasado, las malas decisiones, los
pasos en falso, quitar las cicatrices. Con la canción oportuna, deambulé en la
noche. Y en aquella madrugada de frío, en una calle desolada, húmeda, una sombra
de neblina, de repente, cruzó por mi vista, era como si me llamara. Así que me
levanté y caminé guiado por ese ente extraño, confuso. No sabía si era real, o
era una alucinación de mi mente por la falta de comida, por la sed, por el frío
o por la perturbación.
Al final de la oscuridad, justo antes del alba, del crepúsculo, la
niebla despareció y salió, de aquella alucinación, la figura de una mujer
esbelta y caminó hacia mí. Me tomó de la mano, que temblorosa, ya casi caía al
piso. Al sentirla, fue como sentir automáticamente en el cuerpo la sensación de
caminar por encima del suelo, era inexplicable.
Me tomó por la cintura, y justo antes de besarme me dijo: acaba con esa
desidia de tu vida, el momento es solo hoy, lo que vale es el hoy, lo único que
tienes es el hoy, no hay túnel sin salida, noche sin mañana, camino sin piedras
pero sin enseñanzas, solo tú decides que quieres del hoy, de la mañana, de la
noche, solo tú decides si dejas para un después o un jamás lo que quizás nunca
pase, o si le dejas a una añoranza tu hoy. Me besó y me perdí de mí mismo.
Al despertar, horas después, aquella habitación de motel olía a whisky,
a sexo, a tabaco, y encima de mi pantalón, que estaba en el piso, una nota: la
vida de noche tiene sus consecuencias, no se sale intacto de la locura, de las
calles, de jugarse la vida como ruleta rusa. Me gustó conocerte, llámame,
podemos volver a hacer negocios de noche: Bibiana.
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