martes, 10 de diciembre de 2019

La locura vestía de dama oscura


Todo estaba en el silencio más perturbador, la oscuridad reinaba, las sombras eran las dueñas de la vida. En el reloj, las 3:17 am. En una habitación a la oscuridad, en aquel viejo edificio de la calle 66, en el piso 6, una presencia extraña llegaba a alterar el silencio, a quitar la calma. En la mente, un viejo piano empezó a sonar, lento, llevando a Louis por un sueño de misterio. En las paredes, grandes arañas tejían una trampa. Del techo, se desprendían trozos de madera, que al caer dejaban entrar la lluvia, y en la oscuridad aterradora de aquel sueño, apareció una dama de negro. Aquellas arañas se convertían en perros negros, las telarañas se convertían en lasos de sangre que empezaban a resbalar por las paredes. Empezaron a entrar criaturas negras con alas de fuego. La sangre que llegó al suelo, comenzó a formar corrientes, como río turbulento, y en esas aguas de rojo, se veían rostros con ojos blancos, ojos de locura.
Una gota de sudor resbaló por la frente de Louis, y despertó como si un tsunami hubiera pasado por su mente. Aún la oscuridad de la madrugada reinaba en esa habitación, pero eso mismo pasaba ya muchas noches, meses, incluso. Como una alucinación, sintió un charco en el suelo, sus pies descalzos lo sintieron, y al ver, una mancha de sangre cobró vida. Salió una criatura endemoniada,  empezó a trepar por sus piernas, quemaba, llegó a su estómago, a su garganta, a sus ojos, lo miró profundamente, quitó el aire, por dentro empezó a secar, exprimió el sentir.
El hambre se apoderó pero no había nada. Uno a uno cada segundo taladró en la mente, ya no existía algo a qué aferrarse, sintió como caía a un abismo de la mano de una dama de negro, oscura, fría, pusilánime. Desesperado, intentaba sacar de su cuerpo esa asfixia y quitar de la mente esa presencia. Se miró al espejo pero ya no se reconoció. Un espectro siniestro vio reflejado, sin luz, sin vida, al fondo de esa mirada, una penumbra desoladora. La angustia de estar vivo consumía las manos, que apretadas, daban golpes al espejo. Ya no aguantó más, cada hora luchada fue en vano, cada década vivida, un vacío interminable de superficialidad. La locura vestida de dama oscura, lo supo y llegó a reclamar esa alma, ese cuerpo carcomido por los cuervos que dejaron de ser mariposas.
Las paredes empezaron a acercarse triturando todo. La vista dejó de mirar al espejo, los ríos de sangre empezaron a formal olas en lo pequeño pero inmenso de su mente desenfrenada, su sangre, por dentro se detenía formando nudos que quitaban cualquier atisbo de vida. Una mano se estiró y lo tomó. Saltaron a un agujero negro que llevaba a no caer en algún lugar, errantes en la nada. Y mientras caían, en su mente, pasaron todas las imágenes de su vida, una a una, las risas, los orgasmos, los regalos de niño, el primer beso, el hogar, todo. Ya nada tuvo sentido.
La mano que lo sostuvo fue la soga que colgó del techo, el abismo y agujero negro, los segundos que duró en extinguirse su vida cuando quitó la silla y dejo su cuerpo pendular en el aire hasta suicidarse. La locura convertida en muerte acabó con la primera víctima, que cobarde, o valiente, puso fin a una historia. Pero aquella huella de la dama de negro, de la locura asesina, de la penumbra sin compasión, no sería la primera.

#Microcuentos #Relatos #ÁcidoNeurótico  

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