miércoles, 24 de abril de 2019

Valhalla

La sangre corrió por sus venas
con la fuerza del mar en tormenta
y en su mente las batallas
estaban por empezar.
El reino sería destiempo para todos,
pero solo él se aferraba a su destino.
En su mente todos los dioses,
los antepasados,
el ayer, el hoy y el mañana,
todos reclamando su lugar en el puño.
¿Qué deparaba esa tormenta en sus ojos?
Los días con sus noches
hacían abismos en la piel,
la sangre de nuevo
llenaba la visión de fuego,
de más luchas,
mientras en el horizonte
la neblina escondía el terror.
En la oscuridad de la noche
solo él y su insomnio conocían
de las verdaderas batallas,
esas de las que nadie hablaba,
esas de las que a veces se salía perdedor
aún siendo en el día el más ganador.
¿Qué respuestas daban la noche, la oscuridad,
la soledad, la sangre, el no dormir?
En los pasos seguros
nunca había certeza,
en el hielo a veces había infierno,
en las llamas a veces había frío,
pero aún así siempre se caminaba
hacia la montaña más alta,
a esa que solo se podía llegar desde el interior
de sí mismo.
Y allá en esa cúspide,
buscar las alas en el aire,
en el frio,
en el pecho,
en el corazón,
en la mente,
en las vísceras.
La ira, la fuerza oculta
corría por sus entrañas,
llenando de motivos
el existir para deshacer el destino predispuesto,
para cambiar el curso del viento,
para domar al perro negro,
para guiar al buitre negro,
para vencer a las sombras del mañana,
para cruzar la puerta de alucinaciones.
En esos pasos la creencia
de lo efímero se desvanecía,
la esencia reclamaba su lugar,
ese lugar que desde la niñez venía reclamando,
y ahora se entendía
aquel primer rayo de sol
en una mañana de soledad,
mientras en los más alto de la montaña
el horizonte brindó una puerta a lo desconocido.
Mientras se caminaba entre ella,
todos los demonios se quedaban afuera,
en ese selva no había miedo,
no había ayer, ni tiempo,
en esa luz desconocida,
un lugar como hogar por fin llegó
al palpitar de la piel,
al respirar de la conciencia.
Pero lo sujetó una mano oscura,
lo retuvo en el hoy, en el ayer,
lo aferró a la cama de espinas,
le rasgó la piel hasta llegar a la sangre.
Alas negras, fuego rojo,
humo de penumbra.
¿Sería todo un sueño?
¿Por qué las cicatrices en la piel?
El Valhalla se sintió
en lo más profundo de su mente y alma,
en las habitaciones más profundas de la conciencia,
en lo surreal del subconsciente.
Ahora, era como tener en la mente caminos
perturbadores, silencios,
ecos, asfixias en lo terrenal del hoy.
No volvió a ser el mismo.
Nunca fue el mismo,
a pesar de ser tantos.

¿Ahora quién soy?


#ÁcidoNeurótico

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