Perseguía ilusiones
aquella mañana desde su primer café. Cuando caminaba, rumbo a su cita médica,
pensaba en las posibles situaciones y sus desenlaces: ¿Y sí ese dolor es el
principio del fin? ¿Y sí es cáncer? ¿Y sí me queda poco tiempo ya? ¿Y sí no
alcanzo a hacer realidad mis sueños? ¿Y sí no alcanzo a vivir el amor? ¿Qué
será de los míos sí no estoy?
- Sr Louis ¿Cómo se
encuentra el día de hoy?
- Bien Doctora, sigo
con los mismos síntomas, acá están los resultados…
Un silencio sepulcral
acompañó ese momento en el que la doctora analizaba los resultados. En el
escritorio había una hoja en blanco con una leve gota de café regada. Lo que le
llamó la atención fue como si en la armonía del blanco, del silencio, esa gota
acabara con esa perfección.
- Tenemos malas
noticias, no hay esperanzas...
- Esa la perdí cuando
en aquel sueño la gota de sangre fue sudor, fue como un presagio. Pero bueno
¿Qué tengo doctora?
- Si quizás hubiera
venido antes, tendríamos más esperanza de vida. Es cáncer terminal. Uno o dos
meses como máximo. Lo siento mucho.
Salió sin ningún
rumbo, sin camino. Era como si la vida le cobrara toda su cobardía. Sentía ira,
decepción, debilidad, la razón de todo desapareció y sin notarlo se detuvo en
la mitad de la calle. Escuchó el ruido del pito de un auto que casi lo
atropella. Estaba en shock, no reaccionaba, era como si el suelo lo sujetara y
no lo dejara caminar.
Bajó del auto una
mujer, lo miró. No pudo entender lo que le dijo, pero en esa mirada encontró
una respuesta.
Dos meses exactos
pasaron. Estaba ya en cama queriendo expulsar ese último suspiro. Ella lo tomó
de la mano. Por dentro, todos los hombres en él ya no estaban. Todos se
quedaron con ella.
A las 3:17 am, una
voz le dijo: ya es hora, ven conmigo. No supo nada más de él.
Escrito: Alexander Moreno
Ilustración:
Edwin Giraldo
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