viernes, 19 de abril de 2019

Una leve gota de café.




Perseguía ilusiones aquella mañana desde su primer café. Cuando caminaba, rumbo a su cita médica, pensaba en las posibles situaciones y sus desenlaces: ¿Y sí ese dolor es el principio del fin? ¿Y sí es cáncer? ¿Y sí me queda poco tiempo ya? ¿Y sí no alcanzo a hacer realidad mis sueños? ¿Y sí no alcanzo a vivir el amor? ¿Qué será de los míos sí no estoy?
Llegó al consultorio, esperó su turno. Miraba el papel con el número 317, parecía una extraña causalidad que ese turno fuera la hora en que despertaba muchas madrugadas en sudor, alterado, con el pulso desbordado ¿Sería otra señal?

- Sr Louis ¿Cómo se encuentra el día de hoy?
- Bien Doctora, sigo con los mismos síntomas, acá están los resultados…

Un silencio sepulcral acompañó ese momento en el que la doctora analizaba los resultados. En el escritorio había una hoja en blanco con una leve gota de café regada. Lo que le llamó la atención fue como si en la armonía del blanco, del silencio, esa gota acabara con esa perfección.

- Tenemos malas noticias, no hay esperanzas...
- Esa la perdí cuando en aquel sueño la gota de sangre fue sudor, fue como un presagio. Pero bueno ¿Qué tengo doctora?
- Si quizás hubiera venido antes, tendríamos más esperanza de vida. Es cáncer terminal. Uno o dos meses como máximo. Lo siento mucho.

Salió sin ningún rumbo, sin camino. Era como si la vida le cobrara toda su cobardía. Sentía ira, decepción, debilidad, la razón de todo desapareció y sin notarlo se detuvo en la mitad de la calle. Escuchó el ruido del pito de un auto que casi lo atropella. Estaba en shock, no reaccionaba, era como si el suelo lo sujetara y no lo dejara caminar.
Bajó del auto una mujer, lo miró. No pudo entender lo que le dijo, pero en esa mirada encontró una respuesta.

Dos meses exactos pasaron. Estaba ya en cama queriendo expulsar ese último suspiro. Ella lo tomó de la mano. Por dentro, todos los hombres en él ya no estaban. Todos se quedaron con ella.

A las 3:17 am, una voz le dijo: ya es hora, ven conmigo. No supo nada más de él.





Escrito: Alexander Moreno
Ilustración: Edwin Giraldo

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