Centenares de
miradas se entrelazaban
en la sala azul de
la biblioteca,
algunas se
encontraban y se saludaban silenciosas,
siguiendo su rumbo
en la tarde;
las páginas
desbordan por todos los rincones,
historias que se confundían
por todos los rincones,
historias que se confundían
en lo infinito de los recuerdos.
De repente se acercó
a mí una mirada oculta
que estaba
esperando mis versos de poeta;
Ella sintió como mi
mirada
recorrió suavemente
su cabello, sus ojos,
tratando de
eclipsar aquel salón,
de dibujar una sola
mesa para dos.
Sentí mi rostro un
poco encendido
e instantáneamente
mi pluma sintió
la necesidad de
empezar a recorrer su cuerpo,
se agitaba mi ser,
mientras ella
observaba con celeste calma su libro…
lucía un blanco que
hacia juego con su cabellera dorada,
con su piel canela.
Sus labios, sus ojos,
su nariz,
se entregaban por
completo
a la contemplación de
mis sentidos,
que no hacían más
que encender mi locura.
Cabelleras de
distintas formas y tonos interrumpían
de vez en cuando mi
contemplación,
pero de nuevo
regresaba su rostro de lo lejos,
regresaba su cara
de niña
¿Qué tan hermosa
eres sino puedo aclarar mis sentidos y observarte sin euforia y alevosía?
La tarde se tornó cómplice
de mi fantasía,
los segundos se
aliaron a mi ilusión poética,
tan solo la noche
sería la que
interrumpiría ese
viaje por el cielo de los sueños.
Mientras tanto
sigue mirándome,
huracana mi
existencia,
trasciendo al
abismo de los poetas,
a ese paraje
recorrido por la lluvia,
por la noche
oscura.
Y sigues allí,
sentada,
inmarcesiblemente diosa,
mientras acaricias
tu cabello y tu rostro,
en mi pecho retumba
la odisea
de mis fantasmas
ocultos,
y tus manos suaves
se dibujan diáfanas,
y mi beso oculto te
recorre los poros
con la más pura
calma del mar;
me observas,
la duda impregna la
razón,
mi sentir ya está
hechizado
por tu hálito de
mujer pura.
Es aquí cuando el
poeta pregunta al éter:
¿y ella sentirá como
mis besos la recorren íntimamente?
¿percibe el incontenible
palpitar de mi contemplación hacía ella?
Sin tan solo dijeras
acompáñame,
sin tan solo tu
mirada
pusiera fin a mi frenesí.
Y tu cabello juega
en tu cuello,
y tu bolígrafo percibe
tus dedos,
tu cuello que
expira fragancias de olivo,
campos de girasoles
y néctar…
¿sentirás?
mientras esta duda
me embarga,
tus más ocultos encantos
me consumen el aliento
y la tinta de mi bolígrafo
y mis suspiros.