arrecifes de locura,
cabello de profundidades,
curvas de mar,
olas de tormenta.
Allá, en sus manos,
una caricia persigue el éter
y se imagina el reloj
sin tiempo,
mientras el hoy,
quema mi garganta...
siento sus labios
y me muerde
la impaciencia.
¿Por dónde empieza una carta? Dirían los escritores de antaño que por el saludo:
Estimada dama:
Espero de antemano se encuentre muy bien.
Sepa usted que acá se pasea por mi mente como luna que persigue la estela
de su tierra; llega usted, inexplicablemente, y se instala en un sentir bonito,
que retumba en cada fibra de mi alma y cuerpo, pero ¿por qué? Quizás hay una
luz en mi interior que llama la estela que irradia su mirada, su cabello,
quizás hay en sus palabras escritas, signos y significados que me llevan a
percibir un sentir de vida, de flores, de una esencia más allá de lo superfluo,
quizás es todo eso y mucho más, que mi alma, empieza a sentir como presencia
que comparte luz. Déjeme decirle que siento su presencia muy fuerte, sabe, la
distancia no es motivo para no percibir lo que no es de los ojos, y con cada
palabra, que se lee como fiel exposición de un sentimiento, me instalo en su
nombre, en su figura dorada.
Hay en su mirada y sus ojos una profundidad enigmática, he mirado mucho sus
ojos, lo confieso, por supuesto se desea verlos de frente. Y al verlos de
frente, preguntar por los caminos que han recorrido, por las piedras que se han
atravesado a sus pies, por las cicatrices, la felicidad, las melancolías, los
triunfos, verlos y preguntarles por sus miedos, sus silencios, sus melodías y
cielos.
Pero bueno, mirar el horizonte no nos puede hacer perder de vista la
hermosura de la tierra, voy a que más allá de la ensoñación que me produce,
también deseo sentir su hoy, quizás osado, pero sincero, ¿qué sería de la vida
sin la osadía de atrevernos? Atrevernos a preguntar, a expresar, sin los peros,
dejando la pena y poder adentrarnos a esa alma que se esconde y que muy pocas
veces se deja ver tan rápidamente con otra persona. Porque en muy pocos días,
muy pocos, se ha despertado un interés por usted enorme, el interés de saberla cerca,
aún así esté lejos, el interés de desearle un buen día, de brindarle un poco de
mi alma, el de intentar darle flores con palabras que lleguen a su sentir más
allá de sus ojos, y que sienta una compañía, acá, al otro lado del mundo, que pareciera
que cuando le escribo no fuera tan enorme esa distancia.
Llego a usted, a su día, o a su noche, cuando lea esta carta, a expresarle
unas palabras honestas, espero así las sienta y las atesore como esa rosa que
me gustaría brindarle personalmente. Tomar su mano debe ser muy bonito, así lo
imagino, y tomo su atención en estas líneas y espero tener en un rincón de su
ser un refugio de mis días, momentos que sean esa luz en la penumbra de los
días que a veces pesan. Me ha brindado una luz muy bonita y nunca se olvida a
quien nos brindó luz en medio de la pesadumbre, y usted, ya me regaló unos
momentos hermosos que guardo acá en mi memoria de lo no terrenal.
Espero cada paso en su día esté lleno de luz, vida, flores, sonrisas, y si
llega un momento de tristeza o melancolía, un día malo, sea muy pasajero, y que
los silencios sean el eco de nuevos vientos que acompañen el porvenir.
De usted: Alex.