miércoles, 1 de abril de 2020

Sr presidente: llegaron por usted.


Amanece esta mañana un poco nublada, son las 7:38 am, el panorama nacional y mundial no es nada alentador. El presidente, anoche, en su alocución, informó que no hay de qué preocuparnos. Pero lo cierto es que en todos los sectores hay escepticismo y se habla de que se oculta mucha información. En otras noticias…

Así, esa mañana, mientras tomaba un café, el presidente se reía desde su escritorio. Aunque nadie estaba preparado para tal situación, se sabía, se necesitaba mucho carácter para afrontarla. Sonó el teléfono, y al otro lado, la voz le dijo: ya sabe qué hacer, debe manipular a todos, medios, partidos, a todos, nadie debe saber la verdad, mientras tanto, nosotros estamos ya listos para implementar el plan final, y esto era lo que estábamos esperando. Después, colgaron.
No podía ocultarse, huir, esa había sido su decisión desde un principio, sabía que le había vendido el alma al diablo, pero él, también era sangre ya.
En las paredes, ocultos, estaban los micrófonos grabando cada palabra que se pronunciaba en aquella habitación, que parecía, el juego del terror.
Estaba lista, una guerra civil, que iba a empezar pronto, pero la pandemia había llegado y la aplazó. Se eliminaría de la población, a todas las personas contrarias al régimen. Y para esto, en uno de los laboratorios ocultos del gobierno, estaba lista el arma asesina. Bueno, ahora, ya no necesitaban una guerra, solo necesitaban aislar a la población y entrar a cada una de las viviendas para eliminar a los detractores. Al final, fue lo mejor que les pudo pasar.
La noche siniestra, sería recordada por su completo silencio, mientras en casas y apartamentos, la gente dormía, uno a uno, fueron entrando los asesinos de amarillo, a cada lugar. El arma, una inyección secreta, mataba al instante, pero después, los cadáveres, los hacían pasar como muertes por el virus que generó la pandemia. La operación asesina inició a las 00:30 am y debía terminar a las 05:30 am, todo estaba calculado, nadie podía retrasarse o fallar, sino, también sería ejecutado.
A la mañana, antes del primer atisbo de luz del día, una llamada se hizo: todo ya está hecho, no hubo testigos, todos fueron desaparecidos, solo falta la carta final, esperamos instrucciones. Otra voz respondió a esa misma llamada: perfecto, ya, no hay que perder más tiempo, la última carta debe morir, ya saben, lo sacan de la casa, debe ser como víctima del virus, así lo sabrá la opinión pública, en dos días morirá.

Antes del primer café del día, cuando ya habían sido ejecutados todos los asesinatos, el presidente recibió una nueva llamada: sr presidente, a usted también lo van a desaparecer, huya… en ese preciso momento entró el jefe de seguridad de palacio y con un arma en la mano dijo: sr presidente: llegaron por usted.

#Relatos #Microcuentos

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