Arreglaba mi corbata,
acomodaba el blazer, me aplicaba gel en el cabello, perfume y listo para
conquistar el mundo. Me sentía diferente, sería sin duda un gran día. En el transporte,
rumbo al trabajo, abrí la agenda para ver pendientes. No pude ocultar mi
felicidad al ver en la agenda una nota de Bibiana. Necesitaba ese día cerrar
alguna venta en la inmobiliaria, quería invitarla a salir, además que la quería
llevar a almorzar. Siempre que la iba a invitar le daba prioridad a otras cosas
y terminaba por no llamarla, y ella me insistía tanto que no era justo, sentía un
cargo de conciencia.
El tráfico, como de costumbre,
estaba muy congestionado, ya llevaba quince minutos de retraso para llegar a la
oficina. Ingresaba a las 10:00 am.
Y efectivamente, sería sin
duda un día muy diferente que quedaría en la mente. 11 de noviembre, 10:15 am, sonó
un estallido, todo se movió, seguimos el recorrido y a los cien metros, más o
menos, empezaron las sirenas de las ambulancias a sonar, carros de la policía,
el ejército, bomberos, todos pasaban a gran velocidad. No pudimos continuar en
el trasporte porque estaba detenido. Bajé y empecé a caminar, estaba ya muy cerca de la oficina.
De repente, en los andenes,
miles de pedazos de vidrios que cayeron de las ventanas de los apartamentos y
de las oficinas. Las personas corrían, varias de ellas, heridas por esos
vidrios. Sus camisas, ropa, sus cabezas llenas de sangre al igual que sus
manos; gritaban, lloraban, corrían, momento
de pánico y angustia.
Seguí caminando y llegué al
edificio donde trabajaba. Absolutamente todos los vidrios del edificio por el
piso, mujeres y niños llorando. ¿Qué pasó? le pregunté a Jairo, el vigilante.
Sr Louis, es de no creer, sonó un estruendo, muy duro, todo se movió, colocaron
un carro bomba en la esquina.
En la esquina trabajan dos
compañeros con los cuales termine el bachillerato, así que salí corriendo para
saber de ellos.
Al llegar la escena era de no
creer. Escombros por el piso, vidrios, a unos cuantos metros un cráter en la
calle, personas heridas, un carro hecho pedazos, algunas personas muertas. Pude
ver a mis amigos, me acerqué, ellos por fortuna estaban bien, pero esa misma
suerte no corrieron otras personas.
¿Por qué tanto terror? ¿Quién tenía
un corazón tan oscuro para hacer eso? ¿Y si hubiera llegado a tiempo y fuera
pasando por el frente al explotar el carro bomba? ¿Y si ese carro bomba se
hubiera llevado a alguien cercano? ¿Qué sería de la vida de las personas que sí
estaban sufriendo en carne propia esa tragedia pusilánime?
¡Maldito carro bomba!
Aquel día en la tarde llamé a
Bibiana, le pregunté que si quería tomar un café, salir un rato. Me dijo que
no, que la verdad se había cansado de esperarme tanto, que lo mejor era que
cada uno siguiera su camino.
Desde aquel día no volví a ser
el mismo. La vida tomó otro valor y aunque tardé varios años en quitarme esa
imagen de la mente, aprendí a valorar los minutos, el tiempo, la vida, las compañías
verdaderas, el hoy.
#Relatos #ÁcidoNeurótico
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