recorro submundos
de duda,
persigo con desdén
la puerta azul,
fumo, absorbo vida,
respiro, recuerdo,
locura.
Sucede lo no
esperado,
se cae, se levanta,
se arrastra la
voluntad,
camisas, máscaras
percibiendo sin número
de notas.
Al fondo del vaso,
aparece el polvo blanco,
tras la puerta
aparece
un humo
ensordecedor, cegador.
mentes, ojos,
observando con
cautela
la vuelta del sol.
Entre tanto se
derrumban
vidas, filosofías,
armadura del no
vivir,
de no ser, o ser en
otro yo.
Estas ahí,
esperando la encantación
de alas de nada.
Vivir, morir,
antes, después,
ahora,
se consume el
volcán,
expulsa un ángel
oscuro de su vientre,
gotas de sangre,
colmillos de sed.
¿Y vos?
la silla nocturna
se opaca de mareas,
fuego, cenizas,
cierro los ojos,
sientes el cañón en
tu cien,
la casa está lejos,
no hay luces,
silencio, lluvia,
lodo,
se acerca la media
noche,
regreso al mismo
sitio,
al puerto oculto
de mi naturaleza
lejana;
la llamada no se
acerca,
la presencia se desvaneció
entre parapetos de
sombras en la oscuridad.
Sólo faltaba el
suspiro negro,
el pájaro multicolor
que posara en la
vitrina
de los sueños
mojados.
Se acabó la llama,
se abrió la
superficie,
no oigo nada,
allá, abajo,
quizás sea arriba.
Extiendo mis
brazos,
dejo mi libro
abierto,
me voy.
Cambio de tren,
soy el pasajero
solitario, somnoliento,
más locura,
perdición,
floto sostenido por
el humo alucinógeno
del secreto oculto
del opio.
En la noche
recordare
mi ausencia
persiguiendo
la droga oportuna.
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