Todo estaba en el silencio más
perturbador, la oscuridad reinaba, las sombras eran las dueñas de la vida. En
el reloj, las 3:17 am. Recordaba, en su insomnio, como en su adolescencia fue
muy introvertida, veía a su alrededor mujeres de su edad, más abiertas a vivir
y tener experiencias de todo tipo. Ella, no salía de sus libros, de su cuarto
lleno de anhelos pero no de momentos. Miraba la oscuridad de aquella
habitación, y en medio de la luz de neón que se metía por la ventana,
contemplaba, en el suelo, las sogas, los collares, las joyas, la ropa negra de
látex, y eso la excitaba de nuevo. Todo empezó, cuando en la universidad
conoció a Louis, con él, había perdido la virginidad, y la llevó por un mundo
de aventuras sexuales que jamás imaginó. Le tapaba los ojos, le apretaba el
cuello, le daba palmadas en las caderas, lo que al principio pareció ser raro,
le fue llenando de placer, hasta el punto de pedir más y más. Pasó de relación
en relación, Louis, la había dejado por otra, desde esa vez, decidió no
enamorarse más de nadie, lo que fue desamor, se convirtió en su adicción al
sexo, al placer de la carne, a alargar los orgasmos hasta el máximo punto, que
con el dolor, la llevaba por mundos inimaginables. Pero, cada noche, su cuerpo
pedía más y más, y ya ningún hombre satisfacía esos deseos que se tornaban cada
vez más oscuros. A veces sumisa, otras, dominante. Gozaba que la ataran, que le
dieran latigazos, que le amordazaran la boca, después, ya le producía placer
estar con varias personas al tiempo, se volvió presa del dolor erótico, de la
perversión a su máximo nivel.
Cada noche, en aquella
habitación oscura, la visitaban los amantes de turno, los que la hacían
esclava, los que la dominaban, a los que dominaba, los que hacían a su cuerpo
todo tipo de experimentación carnal. La locura, se apoderó de su mente en esa
madrugada sombría. Ya no sabía cómo saciar esa sed de sexo, esas ganas del
dolor de su cuerpo. Se tocaba hasta sentir dolor, dormía un rato, despertaba
con esas mismas ansias, y repetía ese ciclo vicioso sin encontrar salida.
Su mente se perdió por
completo, ya ni el más mínimo roce de piel, ni el más sutil atisbo de frenesí
carnal, le quitaron ese vacío. Llegó a la oscuridad, a esa del mismo color de
su ropa de látex negra. Sentía en sus ojos sogas, que no le dejaban ver ya
nada. Y desde aquella noche, en su mente veía a todos sus amantes de turno con
grandes máscaras, antifaces, látigos, solo olía sexo a su alrededor, pero no
los podía tocar, ni sentir. Era como si una maldición se hubiera apoderado de
ella, como si le hubiera quitado el placer, y solo le dejaba a la locura como
única compañera de oscuridad.
Una extraña sombra, pasó por
el frente de ella, una sombra que pareció salir de en medio de sus piernas, una
sombra que llevaba un collar plateado con el nombre de ella. Lo único que supo,
era que su sexo, se había perdido en la locura.
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