viernes, 13 de septiembre de 2019

Aquella supernova se convirtió en mujer


Cuenta la leyenda que aquella supernova se convirtió en mujer. Después del big bang, por el universo que se expandía, los colores de las galaxias iban cambiando el negro de oscuridad, por los violetas, rojos, azules y demás colores, formando mundos inimaginables. Pero existía un color que los encerraba a todos, un color que nadie había visto, ni entre planetas, ni galaxias. Era el color de una supernova como nunca brilló alguna, con un destello que iluminó hasta el rincón más infinito del universo. Poco a poco aquella supernova fue extendiendo su manto de inmarcesible belleza a todas las galaxias. Los agujeros negros, maravillados, empezaron a contemplar su luz inalcanzable para ellos, los cometas, juguetones como gatos, giraban alrededor de ella en órbitas de danzas de admiración. Los soles de cada galaxia se engalanaban al paso de su luz, las lunas al verla tan hermosa, se escondían en sus lados oscuros. Cuentan, que en el universo hay unas fuerzas muy poderosas que se buscan y atraen entre ellas, algo cosmológico, fuera de cualquier dimensión perceptible, más allá del tiempo y del espacio. Aquella supernova sintió, en un planeta azul, aquel par que la complementaría para por fin ser la más luminosa.
Un día de septiembre, a la madrugada, mientras todos dormían, aquella supernova llegó a esa otra fuerza y belleza cósmica. Una mujer, con galaxias en sus ojos, descansaba.
En un suspiro, la supernova, exhaló su último aliento y se dijo a sí misma: vaya que esta mujer es hermosa como aquel universo de dónde vengo. Dejó, en aquella mujer, la fuerza celeste de su luminiscencia, el brillo de miles de millones de años, el único color por el que las lunas se escondían, todo se lo dejó  a ella.
Desde aquella mañana, cuentan, que hay una mujer con galaxias en sus ojos, en su alma una supernova y en su belleza, el universo más brillante jamás visto, ni sentido.

#Microcuentos #Relatos

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