En alguna lucha con el torvo fantasma: El
miedo.
E.A.P
Aquel corcel dorado
rompía el bosque,
trémulo de hielo
soportaba en su
lomo el peso
de mi cuerpo negro
y sombrío.
Miles de caminos se
abrían al paso del galope al garete.
Días, noches, más noches
oscuras
percibían el feroz andar de mi alma taciturna.
Ante aquel castillo
de torres doradas
y de vitrales
carmesí,
se detuvo el corcel
y huyó;
me enfrente a la
majestuosidad
del inefable sitio
y
sentí como poco a poco
mis adentros se
desmoronaban
al no alcanzar el
escudo de bronce;
era aquel fantasma
que ultrajaba mi
ropa,
mi cuerpo,
me detenía en mi
ascenso.
Y el corcel se
tornaba tan lejos
que mi voluntad
acaeció y de repente
me abrazó la
llanura húmeda
nublando mi vista,
opacando este
palpitar lento.
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